Comer comida basura puede convertirse en un ciclo vicioso. Genera dopamina a niveles extremos y no consumirla puede provocar un síndrome de abstinencia a esta sensación que nos haga sentir vacíos e incluso infelices. La clave, por tanto, es acostumbrar a nuestro cerebro a dosis de dopamina menos elevadas para evitar el estrés y la ansiedad que nos hacen ingerir dichos alimentos.
Así, Pablo Ojeda afirma que un hábito se compone de varias partes: "La primera es una sensación negativa que nos insta a comer comida basura. La segunda es un hábito, como comer chocolate siempre al llegar a casa o optar por generar otra rutina como darse una ducha y relajarse. Y ahí es donde hay que trabajar, generando otras opciones saludables", ha indicado el experto.
En este sentido, ha indicado que unas buenas sustitutas pueden ser las aceitunas o los encurtidos, ya que pueden generar un sustituto a la comida basura en nuestro cerebro: "Nos podemos tomar unas diez aceitunas". También el queso: "Tiene una grasa saludable pero es muy calórico", ha indicado Ojeda, que ha asegurado que tres cuñitas sería la cantidad ideal.
También se puede usar el azúcar, pero sin excederse y de una forma concreta: "Cogemos fresas, en un bote les echamos una cucharada y media de azúcar y un chorro de vinagre. Removemos y se queda un sirope que podemos echar a un yogurt griego".