Reservada, poco fiestera, ajena a las redes sociales... Socorro era de misa semanal, organizada, metódica... siempre corría por la zona más pegada a la ribera del Miño.
Apenas costó trazar el mapa de sus últimos movimientos y llamadas, tanto del fijo de casa como del móvil. Las sospechas se cerraron sobre su círculo más cercano.
Un posible extorsionador, una pareja anterior, incluso se investigó si Socorro había visitado a alguien en la cárcel. Pero sobre todo se buscaron pruebas en la escena del crimen; cabía la posibilidad de que hubiera sido agredida sexualmente.
Por eso se revisaron fichas policiales, interrogaron a 200 personas y chequearon llamadas. Pero un año y diez días después del crimen, ni siquiera las muestras de ADN arrojan pistas suficientes.
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