"¡Uy, Dios mío!", exclamó Chicote cuando vio cómo Mario, el cocinero de A Cañada, picaba el perejil. "Nunca se golpean las hierbas, se desliza el cuchillo. Nunca pensé que tendría que enseñaros a picar perejil", se quejó el chef.
En el salón, la situación empeoraba cada vez más. El camarero se hizo un lío con las comandas y no lograba acertar con las mesas y sus pedidos. "Que no se enteran en cocina, me cago en la puta madre que parió", maldecía mascullando mientras regresaba al comedor. "Hay un chocho montado en el salón de mucho cuidado", comentaba preocupada Nati, la dueña del restaurante.
Pero la preocupación de Nati se quedó en nada comparada con el cabreo de Alberto Chicote al descubrir que no habían empanado el cachopo antes del servicio. "Me cago en la puta, de verdad. ¿Te he dicho yo que te prepararas los cachopos tal y como yo los había preparado? ¿Ni puto caso?", le decía a Bego, otra de las cocineras.
El encargado de empanar fue Mario. "Vamos a ver, figura. Antes del pan rallado, se le pone huevo", le dijo el chef con desesperación al cocinero. "Pero, ¿cómo lo pones con el huevo sin batir? No me jodas, tío. Batir huevos, coño. Me cago en la hostia". Y esto no es lo único que alteró los nervios de Alberto Chicote: el cocinero no quiso darle golpes al cachopo para no romperlo.
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(*) Desde laSexta.com estamos recuperando los mejores momentos de la hemeroteca de Pesadilla en la cocina.