Con las mesas abarrotadas y las cámaras de Pesadilla en la cocina apuntándoles, el dueño del Nicasso no hace ni caso a sus empleadas. "¿A que jode que te ignoren?", se limita a contestar a voces entre los clientes. "Cada vez que me chillaba o me llamaba, la ignoraba, como me hace ella cuando la llamo", cuenta en su entrevista personal.

Los comensales están alucinando con sus modales y eso que todavía no han visto nada. De hecho, ellos también comienzan a ser blanco de sus malas formas. Manel empieza a ponerse nervioso cuando le dicen que les faltan los tenedores. Y es que, es la primera vez que el propietario del local sale a servir las mesas. Chicote ha sido el impulsor de este cambio de roles en un intento por buscar que entre el jefe y las trabajadoras haya entendimiento mutuo. Un intento fallido, al parecer.

"El hielo, por favor", pide una clienta. "Te he oído a la primera", responde Manel enfadado. "No me gusta (ser camarero). Es algo que no haría en mi vida por mucho dinero que me pagaran", confiesa. "¡Perdona!", vuelven a llamarle desde las mesas. "¿Que no me ves que estoy trabajando?", contesta airadamente a una señora.

"Aquí al lado hay un bar chino. Si queréis os mando ahí. ¡A tomar por culo!", termina estallando. "Hoy salimos a galletas", lamenta Alberto Chicote. Manel tira la toalla ante el caos y entra en el restaurante muy enfadado. "¡Es imposible trabajar así! ¡Que se vayan todos a tomar por culo!".