"¡Las croquetas están congeladas!", protesta una clienta del Nicasso. Gabriela, la camarera, se apresura a atenderla, aunque esté cansada de ser ella la que tenga que dar siempre la cara. "Cada vez me agobio más en el servicio porque siento que no da abasto una sola camarera", asegura ella ante las cámaras de Pesadilla en la cocina. La joven está muy agobiada... y enfadada. Cuando llega a la barra, deja caer el plato y rompe uno de ellos. Chicote se lleva un buen susto.

Gabriela vuelve a las mesas muy a su pesar para seguir atendiendo críticas y quejas, pero llega un momento en el que no está dispuesta a hacerlo más. "¡Manel, Manel!", llama a su jefe. La chica lo coge del brazo y lo empuja a enfrentarse al gentío enfurecido. El primero en tirar la piedra pone a caldo sus callos.

"Tienen un picor impresionante", asegura el hombre. "En la carta no pone que sean picantes", insiste. "Usted, si pide callos, sabe que son picantes", responde ya el dueño de Nicasso, perdiendo la paciencia. "Pero con un poquito de picante, pero esto es que arde,

a mí me arde la garganta", sigue el cliente. "¡Pues chico, no los pidas!", estalla Manel por fin.

"De manera que me lo ha dicho, que le den por el culo y se vaya a otro sitio", se desahoga en su entrevista personal. Alberto le afea el gesto con el cliente. "Igual no es manera¿ No? Es decir, le puedes decir que tú los haces picantes, que no te digo que no...", dice intentando que le escuche. Pero no sirve de nada.