Sin su comida precocinada, Luismi empieza a perder el control del servicio y decide pagarlo con los demás. La tensión aumenta cuando Antonio, con sus manos aceitosas, mancha platos y cubiertos. El propietario cambia las tareas de su mujer y su hermano, mandando al segundo a la barra porque los platos los está bañando en aceite. Chicote les convence de que lo que importa es la gente que está ahí fuera comiendo.
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