Pesadilla en la cocina se traslada a Mataró, al norte de Barcelona. En plena zona de polígono se encuentra Don Super Pollo, un restaurante especializo en carne y pollo a la brasa que Miguel, un empresario, abrió para su esposa Helena, una hostelera que siempre había soñado con tener su propio negocio.
Pero la ilusión inicial se ha evaporado en cinco meses, el tiempo que lleva abierto este restaurante. El problema son los trabajadores, incluidos los dueños, que no saben hacer equipo que califican de 'puticlub'. No hay normas ni principios y el caos reina tanto en cocina como en sala.
Las peleas entre los trabajadores se mezclan con los conflictos familiares surgidos porque al frente está el suegro de la directora que se siente humillado y vejado. Las pérdidas y el desgaste anímico hacen que ninguno sepa compaginar familia y negocio. Por ello acuden a Pesadilla en la cocina para intentar reflotar el asador de pollos al que dan una última oportunidad.
Para saber por dónde empezar, Alberto Chicote visita Don Super Pollo donde nada más llegar y utilizar el 'autopollo' le toman el pelo. "Coño, si me ha puesto medio pollo y me ha cobrado uno entero", exclama el chef cuando abre su pedido para degustarlo. Un plato que no está nada mal. "Jugoso y con saloncito a leña", asegura.
Para ver el restaurante en acción, Chicote comprueba cómo funciona el primer servicio al que Helena no asiste porque solo trabaja de mañana. Allí el chef comprueba que el trabajo en equipo no existe y que el jefe de cocina hace "cerdadas de categoría" e intenta tomarle el pelo. "Muy listo, muy listo no soy, pero muy tonto, muy tonto tampoco", le responde el chef. "Mamarrachadas" que no considere el conductor de Pesadilla en la cocina.
Arranca el segundo servicio, con Helena al mando después de que Chicote le haya hecho ver que el restaurante necesita alguien que dirija el negocio desde dentro. Sin embargo, la dueña entra en un estado de desesperación que le hace abandonar en mitad del servicio entre lágrimas. El chef sale corriendo detrás de ella: "No me hagas correr que estoy muy gordo", le dice. El propietario que sigue la situación a través de una cámara se queda congelado al ver lo que ocurre en su negocio.
Pero los baches en el servicio no acaban ahí. Los empleados empiezan a discutir en sala. Un duro enfrentamiento entre Antonio, el jefe de sala, y un camarero en el que intentan mediar la dueña y el chef: "Eres un gilipollas y es un matado, no tiene cojones a darme un bofetón", comenta el trabajador. Al final Antonio abandona el servicio mientras Helena y Chicote salen tras él.
Chicote intenta retomar el rumbo perdido del Don Super Pollo empezando con la reforma del restaurante. Tras el lavado de cara, el chef de Pesadilla en la cocina muestra al equipo los cambios realizados en el negocio. Un cambio de imagen y de carta que emociona a Helena: "Este cambio le da un calor especial", confiesa.
Tras la reforma, llega el día de la reapertura. Un servicio en el que Alberto Chicote empieza a desesperarse porque el jefe de cocina está paralizado y bloquea el servicio. "¡Vamos Julián, saca los putos huevos ya!", se cabrea mientras los minutos de espera en sala son interminables para los clientes. Tras el desastre, Helena decide prescindir del cocinero y volcarse en las ayudantes de cocina para sacar el servicio con éxito.
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