Ellos se creían unos jóvenes emprendedores pero Alberto Chicote los consideraba unos niños que jugaban a los restaurantes. Así eran los dueños del "34 bar", la cuyos tres propietarios acababan de salir de la adolescencia y que a pesar de sus buenas intenciones no eran capaces asumir la responsabilidad de liderar un negocio.

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Además de la falta de organización y la falta de limpieza de la que se acusaban unos a otros, el verdadero problema era la falta de responsabilidad, el desapego a lo bien hecho y la cocina. Toda la comida, incluso la tortilla de patata, era congelada.

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Alberto Chicote no quería romper las esperanzas de tres jóvenes de los que dependía además la familia al competo de dos de ellas, pero necesitaba dejarles claro que tener un restaurante no es un juego de niños.

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