Una tragedia que no se olvida
Sobre el 'caso Baúl', o cómo el miedo, el asco y la impunidad invadieron Murcia con una red de prostitución de menores
¿Qué ha pasado y qué ha fallado? Tras diez años de sufrimiento y proceso judicial, son muy pocos los que finalmente han acabado en prisión. laSexta Columna destapa este 'Baúl de la Vergüenza' donde hombres poderosos indujeron a menores a prostituirse.
Agosto 2014, 11 de la noche
Un hombre camina por las calles del barrio murciano de San Andrés. Está agitado y tiene miedo, pero avanza con paso firme. Su hija de 17 años, que desde hace algún tiempo parece disponer de más dinero de lo normal, lleva varios días sin ir a casa y él ha decidido denunciar su desaparición en la Comisaría de Policía Nacional.
Septiembre 2024, 11 de la noche
Un centenar de manifestantes, la mayoría mujeres, caminan por las calles del barrio de murciano de San Juan. Están agitadas y tienen miedo, pero avanzan con paso firme. Llevan pancartas y lanzan gritos: "¡Eran menores, empresarios violadores!", "¡No es justicia, es impunidad!" "¡No es un caso aislado, se llama patriarcado!".
Las dos escenas están separadas por diez años. La primera marca el estallido del llamado 'caso Baúl', la trama de prostitución que implicó a varias niñas menores de edad, a tres mujeres proxenetas y a una decena de hombres, la mayoría de ellos con reconocimiento y buena posición social. La segunda escena marca el final de un procedimiento judicial que ha desatado la rabia y la indignación, sobre todo después de conocerse el acuerdo de conformidad que han firmado la Fiscalía y los acusados: reconocen los hechos a cambio de una drástica reducción de sus condenas. Ninguno de ellos irá a la cárcel.
¿Quiénes pagaban por sexo con niñas?
'El Petrolero', 'el Botijero' o 'el Capitán'. Tenían apodos, acuñados en algunos casos por las propias niñas, que los usaban para hablar entre ellas: "el del Mercedes", "el Cabezablanca"... Pero tras esos motes había hombres mayores, de entre 60 y 80 años, con vidas perfectamente consolidadas. Un guardia civil jubilado, dos abogados, el dueño de varias farmacias, un empresario agrícola, y hasta un candidato a diputado regional. De todos ellos, quienes más protagonismo han despertado durante el proceso son dos: el sepulturero del cementerio de Alhama de Murcia, Juan Martínez, y el exvicepresidente de los empresarios de la región de Murcia, Juan Castejón; 'Cabezablanca' y 'el Petrolero', dos depredadores que no se detenían ante nada.
No frenó Castejón, según el testimonio de una de las víctimas, cuando supo que estaba enfrente de una menor de edad: "Me preguntó cuántos años tenía y le respondí que 17. Entonces me pidió que me desnudara. Empezó a acariciarme y a besarme los pechos y la zona de la vagina. Luego quiso llegar a la penetración sin preservativo". Lo único que acabó parando a Castejón fue su imputación. Tras conocerse los cargos en su contra, dimitió rápidamente de su puesto en la patronal regional.
"Me preguntó cuántos años tenía y le respondí que 17. Quiso llegar a la penetración sin preservativo"
También se le acabó el empleo a Juan Martínez, tras cuatro décadas como enterrador profesional, aunque su caso resultó todavía más singular por el asombroso apoyo vecinal que despertó. Tras ser cesado fulminantemente por el párroco de Alhama, varias decenas de personas organizaron una plataforma exigiendo su restitución. Hubo manifestaciones en plena calle para defenderle. "Es un hombre bueno que ha hecho muchos favores", dijeron de él sus defensores. "Sabía que tenía 15 años, pero me tumbó en la camilla y empezó a tocarme", dijo de él una de sus víctimas.
Salvados por (el colapso de) la Justicia
Si sabían que pagaban por sexo con niñas menores, ¿cómo ha sido posible que 'Cabezablanca', 'el Petrolero' y los demás clientes de la red eviten las penas de hasta 25 años de cárcel que se pedían para ellos? Parte de la respuesta está en el Código Penal. Cuando ocurrieron los hechos, entre 2013 y 2014, la edad mínima para mantener relaciones sexuales en España era de 13, no de 16, como fijó una reforma justo un año después.
Sin embargo, la clave que realmente los ha exonerado ha sido la llamada dilación indebida, la demora de un procedimiento judicial que se ha alargado casi 10 años y que las defensas han utilizado a su favor como atenuante. El 'caso Baúl' se ha eternizado, en parte, porque faltan jueces y falta personal en las oficinas judiciales -los juzgados en la Región de Murcia lideran los atascos en todo el país-. Pero solo en parte. Porque en el retraso también ha sido fundamental la capacidad económica de unos acusados dispuestos a pagar lo que hiciera falta para interponer todos los recursos posibles. "Evidentemente, recurrir forma parte de su derecho de defensa, pero como todo derecho puede dar lugar a abusos. Y a veces los recursos sí que es verdad que se utilizan con finalidades dilatorias", explica para laSexta Columna la jueza María del Prado Escoda, experta en casos de violencia de género.
Las niñas, frente a una justicia de otro siglo
En el lado opuesto han estado las niñas, todas procedentes de entornos pobres y desestructurados. Han sufrido la misma dilación que los demás encausados, pero a ellas nadie las ha defendido: en el procedimiento no ha habido acusación, ni popular ni particular.
Cuando declararon, nadie parecía capaz de tratarlas como lo que eran, menores llenas de miedo y de vergüenza. Los vídeos de la instrucción, que en laSexta columna hemos revisado de forma exhaustiva, son una clara muestra de crudeza y falta de sensibilidad contra ellas. "Esto no solo es desagradable para ti, esto es desagradable para todos", le llegó a decir la fiscal. "¿Con cuántos hombres ha estado usted? ¿Con 100, con 60, con 40, con 10?", le preguntó un abogado a otra de las niñas sin que en la sala de vistas nadie pareciera inmutarse.
Las víctimas de hoy, los verdugos de mañana
Yeni, Nely y Karina, las tres proxenetas, han sido condenadas a 6, 12 y 16 años de cárcel. Para ellas la prostitución era simplemente una manera de ganarse la vida. Al captar a chicas que necesitaban el dinero, lo que hacían en realidad era calcar lo que a ellas mismas les pasó cuando eran más jóvenes.
Hay una película candidata al premio a la mejor dirección novel en los Goya de este año. 'Calladita', de Miguel Faus y presentada nada menos que por Steven Soderberg. Cuenta cómo una joven colombiana, que trabaja como 'interna' para una familia de indeseables millonarios catalanes, está muy cerca de cruzar la línea. De decir "sí". En una escena tan potente como difícil de ver, el hijo menor de la familia y sus amigos le ofrecen un dineral a la criada a cambio de montárselo con los 4. Ella, obsesionada con enviarle a su familia hasta el último céntimo para que su hermana menor pueda estudiar medicina, primero duda y después lo rechaza. Para más asco, cuando decide no prostituirse, tiene que zafarse por la fuerza de una manada de niñatos que no aceptan un no por respuesta.
Ese instante en el que ella duda es el abismo al que muchas niñas se siguen enfrentando. La oportunidad de abandonar el círculo vicioso que es la pobreza, aunque sea a costa de su propia integridad. Muchas dicen que no. En Murcia, en 2014, una decena de niñas dijeron que sí.