En la misma Tarazona donde republicanos como Luis Muñoz predicaban el laicismo, en el palacio episcopal, su obispo, Isidro Gomá, encabezaba una airada reacción. Este líder de la Iglesia en España va a ser clave en esa pelea que una parte importante del clero va a dar a la II República escribiendo libros con títulos, como 'Antilaicismo', que nada escondían.
"El concepto de nación española iba indisolublemente unido al de nación católica española y, por tanto, todos los que atacaran a la Iglesia católica eran antiespañoles", apunta Ángeles Egido, catedrática de Historia Contemporánea de la UNED, en el vídeo sobre estas líneas.
El obispo Gomá va a liderar ese creciente enfado de la Iglesia cuando el Gobierno de Azaña apruebe el 2 de junio del 33 su ley de Confesiones y Congregaciones religiosas. "Probablemente fue una torpeza de la izquierda en ese momento, centrarse exclusivamente en esto, pero tampoco ayudó mucho la Iglesia española, que era radicalmente insoportable en aquella época y que nunca entendió nada de lo que era el necesario progreso social del país", explica Álvaro Gil-Robles, hijo del entonces líder de la CEDA.
Sólo un día después de aprobarse la ley, hasta el papa de Roma, Pio XI propagó su rechazo en una encíclica con palabras como "¡deplorable!", "¡nefasta!", "¡funesta!" o "¡golpe gravísimo!". Por su parte, Isidro Gomá va ascendiendo en la jerarquía eclesiástica según se muestra más duro con la República, hasta llegar a ser el máximo dirigente de la Iglesia en nuestro país.
La hora de los obispos había llegado y tenían que actuar para defender a las "víctimas del laicismo", como presentaban a los niños en publicaciones como Cruzada Católica.
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