Sólo unos días después de que Pedro Sánchez reapareciera tras sus cinco días de reflexión, su ministro más polarizador, Óscar Puente, decide disparar contra otro gran polarizador mundial: el presidente argentino Javier Milei. "Es algo extraño que Sánchez se escandalice de la polarización cuando él mismo es un agente polarizador explícito, y lo encontramos en muchos de sus ministros y muchos de sus discursos", afirma Diego Garrocho, profesor de Filosofía moral en la Universidad Autónoma de Madrid y jefe de opinión del diario 'ABC'.
A principios de mayo queda poco para las elecciones europeas y Sánchez tiene su perfecta némesis, un experto en odiocracia que responde con otra ofensa y la tensión aumenta hasta convertirse en todo un conflicto diplomático. Milei insiste en medirse con Sánchez, mientras en Argentina las protestas por su gestión se multiplican.
En España, los socialistas también aprovechan el mal rollito con Milei en plena campaña, hasta se apropian sus insultos para reivindicar el "orgullo de que nos llamen zurdos". "No cabe duda de que enfrentarse con Milei al presidente del Gobierno le genera un rendimiento político, del mismo modo que a Milei enfrentarse con Pedro Sánchez también le resulta beneficioso", señala Garrocho, para el que "la existencia de un enemigo, además cuanto más caricaturizable, más exagerado y monstruoso parezca, mejor".
No hay diálogo
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