En mayo de 1931, cuando no había pasado ni un mes desde la proclamación de la República, Madrid ardía. Iglesias y conventos fueron devorados por las llamas de la turba anticlerical. Precisamente, esos incendios marcaron a fuego los primeros pasos de una nueva España que acababa de nacer. En este sentido, Miguel Ángel Dionisio, profesor de Historia de la Universidad Rey Juan Carlos, explica que "la quema de iglesias y conventos en mayo del 31 supuso un distanciamiento de gran parte del catolicismo con respecto a la República".
Sin embargo, tal y como aclara Fernando del Rey, catedrático de Historia Política y de los Movimientos Sociales, "el Gobierno no tuvo absolutamente nada que ver" con esto. "La quema de conventos famosa que luego tanto explotó el franquismo hay que atribuírsela a grupos incontrolados de la extrema izquierda anticlerical del momento, pero no sabemos mucho más de dónde partió eso", señala el historiador, mientras que Ángeles Egido, catedrática de Historia Contemporánea de la UNED, reconoce que esto "hizo mucho daño a la República, sobre todo de cara al extranjero, porque se identificó a la República con esa quema inicial de conventos".
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Con el humo y las cenizas muy presentes, el neonato Gobierno republicano emprendió entonces una titánica misión: en el país de las procesiones y el culto católico había que separar de una vez Iglesia y Estado, una idea del laicismo que enfadó mucho a la Iglesia católica.