Fausto Canales camina entre la hierba seca. Se detiene y se sienta sobre la tierra que, durante años, escondió el cuerpo de su padre. "Justamente aquí es donde cayeron asesinados por falangistas. Les trajeron y asesinaron en esta cuneta", relata.
Era 1936. Fausto tenía dos años, y sólo recuerda el rostro de su padre a través de las pocas fotografías que tenía su madre. "Es la única foto que conservamos de él de paisano", afirma. Desde la cuneta, Fausto indica un lugar: el cementerio del pueblo: "Allí es donde debían de haberlos enterrado, con sus nombres. Pero no, lo hicieron de una manera oculta".
Fausto se negó a que el nombre de su padre y el de quienes cayeron con él fueran borrados de la historia. Por eso enseña el pequeño homenaje tallado en piedra a todos ellos: los acaricia y lee unos versos de Celaya en contra del olvido: "Viajero que en mi tumba por azar te has detenido / anota mi nombre y mi apellido / anota mi ciudad; di a mis amigos / que aquí estoy enterrado, pues me extraña / que si lo saben, ninguno haya venido".
Pero bajo esos nombres y bajo esos versos no están los restos de su padre. Tampoco están en la cuneta. Él mismo, con una pala, la abrió en 2003 desesperado por encontrarle. Para saber quién los robó hizo falta una foto tomada en el Valle de los Caídos. En cajas hay restos de fusilados de cunetas que se han traído hasta el mausoleo.
En una de ellas había una inscripción clara: 'Procedencia Aldeaseca', el pueblo donde mataron al padre de Fausto. "Junto a los verdugos están los resto sin nuestro consentimiento", lamenta. Seis años después de aquella entrevista, laSexta Columna vuelve a visitar a Fausto justo el día en el que su padre dejará de estar enterrado junto a su verdugo.
Reacciona a la exhumación: felicidad, pero incompleta. "No te sientes absolutamente aliviado porque está pendiente llevar los restos que estamos reclamando y que están ahí también indignamente trasladados y tratados para sacarlos".
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