Los ancianos de hoy en día son infinitamente más marchosos y mucho más molones. Son abuelos increíbles, especialmente los del tipo perseverante en esa vieja manía de hacer la revolución.

Carlos Soria tiene 80 años y es alpinista, le acaban de operar la rodilla izquierda, pero quiere ser la persona de más edad en alcanzar la cima de las 14 montañas más altas del planeta.

De momento, lleva 12. "Tengo récord pero eso no es importante, lo que quiero es hacer lo que me gusta y tengo suerte", asegura.

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Aparte de recorrer el mundo escalando cimas imposibles, ha hecho alguna otra cosilla sin importancia. "Estuve en la Antártida y se me dio estupendamente, aunque todo el mundo dice que hace mucho frío".

Su único enemigo es la tecnología, las máquinas no son capaces de comprender que con 80 años, él también es una máquina.

Probablemente usted piense que los viajes de la tercera edad son sólo una sala de fiestas repleta de ancianos bailando pasodobles, o tostándose bajo el sol de Benidorm, pero estos viajes han cambiado un poco.

La tercera edad sigue viajando en autobús, pero con mucha más vitalidad en la mochila. Los mayores también han cambiado de usos y costumbres, viajan tirando de WhatsApp y recurriendo al modo retrato para pasárselo a los nietos.

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Pero no se consideran abuelos. "Nada de abuelos, los mayores tienen más energía que los jóvenes", dice Pepi.

Constanza tiene 60 años, se niega a que la encasillen en la palabra viejo y por eso puso en marcha la asociación 'Viejennials'. "Nace la iniciativa cuando empiezo a cumplir años y veo que estoy fuera del sistema, de ser 'cool'", apunta.

Quiere cambiar nuestra forma de ver a los mayores, eliminar el estereotipo que tenemos sobre ellos y hacernos comprender a todos lo que han cambiado.

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