Un rumor recorre desde hace meses Estados Unidos: Trump tiene un plan para gobernarlos a todos y atarlos en las tinieblas, a lo Sauron. Se llama Proyecto 2025, y los demócratas lo invocan en sus mítines anunciando a quienes quieran escucharlos que, si se pone en práctica, supondrá el fin del Estados Unidos que conocemos.
Así, Tim Walz califica el Proyecto 2025 de "libro de jugadas" con las que hacer "más difíciles las cosas a quienes sólo quieren vivir sus vidas", mientras que Kamala Harris lo tacha de "plan detallado y peligroso de lo que haría Trump en caso de ser reelegido", e invita a sus conciudadanos a buscar en Google de qué va todo esto.
Si usted sigue el consejo de la vicepresidenta estadounidense, localizará sin demasiada dificultad el tocho de más de 900 páginas que conforman el Proyecto 2025, en el que términos como "izquierda" o "woke" aparecen, de forma recurrente, con un sentido siempre peyorativo.
¿Pero es realmente tan peligroso como dicen los demócratas?
Trump no tiene nada que ver (o sí)
Donald Trump, acosado por la activa propaganda de sus opositores en torno al Proyecto 2025, ha aprovechado varias de sus apariciones públicas y el debate contra Kamala Harris para lanzar un mensaje doble: el proyecto es "extremo" y "no tiene ni idea de quién está detrás". Pero, alerta spoiler, el maestro del bulo lo ha vuelto a hacer. Porque "detrás" está la ultraconservadora Heritage Foundation, un lobby conservador en cuyos actos ha participado Donald Trump en repetidas ocasiones y cuyo presidente, Kevin D. Roberts, reconoció en una entrevista en The New York Times que el gran objetivo de su fundación es "institucionalizar el Trumpismo". Por no hablar de las alabanzas que el expresidente ha dedicado a Roberts en varias ocasiones o de la fotografía que este último tiene colgada en su despacho de Heritage Foundation, donde aparece posando alegremente junto a Trump en un avión.
Pero más allá de las relaciones personales, entre el Proyecto 2025 y las ideas de Donald Trump, muchas de ellas aglutinadas en la Agenda 47, existen multitud de paralelismos, siendo la excepción a la regla el derecho al aborto, ante el cual Trump se muestra más prudente que los ultras de Heritage Foundation, partidarios de su aniquilación, sin excusas.
En inmigración, sin embargo, las posturas de Trump y el Proyecto 2025 son idénticas: deportaciones masivas y control salvaje de las fronteras. En cuanto a la diversidad sexual y de género, ambos defienden que lo que existen son los hombres y las mujeres, punto. Mientras que en lo que se refiere al cambio climático, coinciden en incentivar el uso de los combustibles fósiles y reventar la lucha contra el cambio climático. Y hasta aquí los titulares fáciles de explicar, porque lo que resulta quizás más complejo e intrigante tiene que ver con la coincidencia tanto de Trump como de sus colegas de Heritage Foundation en la idea de que el ejecutivo debe aglutinar mucho más poder.
Para convencer a los estadounidenses de esta necesidad, tanto Trump como el Proyecto 2025 ponen en duda la efectividad de organismos como el FBI o el Departamento de Justicia, cuyo control por parte del presidente es un deseo que no ocultan, junto con el de despedir a todos esos "burócratas deshonestos", como los llama Trump, que a su juicio deben ser eliminados de forma "agresiva" de la ecuación gubernamental para que no estorben, en definitiva, a las decisiones de un futurible presidente con sus opiniones de corte independiente.
He aquí el gran temor que publicitan los demócratas. Que con este movimiento que desequilibraría la separación de poderes, Estados Unidos muera a lo república de Star Wars. Con un estruendoso aplauso a favor de Trump el próximo 5 de noviembre.
Siempre quedarán las armas
Si todavía no tiene el miedo metido en el cuerpo, querido lector, hablemos de un señor llamado Peter Valentinovich Turchin, inventor de una disciplina bautizada como Cliodinámica. Resumiendo mucho, lo que hace Turchin es combinar episodios de la historia con las matemáticas, método según el cual podemos saber si una civilización de nuestro siglo XXI se dispone a acuchillar al Julio César de turno o a protagonizar una nueva Revolución Francesa. Tras aplicar su método al caso estadounidense, Turchin ha determinado que el país está al borde de una guerra civil, tal y como declaró a los compañeros de El Orden Mundial en esta prolija entrevista.
La cosa puede sonar a la última película protagonizada por Kirsten Dunst, Civil War, pero si bajamos a los datos el tema se vuelve preocupante. Desde 2015, año en que Donald Trump se postuló para liderar el Partido Republicano, hasta 2023, los tiroteos masivos han pasado de 332 a 656, casi un 100% (97,59% para los puristas). Y hay más, porque una encuesta de la Universidad de Maryland y The Washington Post desvela que el 34% de los estadounidenses considera justificable el uso de la violencia contra el gobierno si les da por ahí. Eso, en un país donde uno se puede comprar un pistola como quien cambia de tostador, un supremacista blanco arrolla a una multitud y otro recorre 600 de sus millas, 965 de nuestros kilómetros, para matar hispanos en Texas, resulta aterrador. Pero no para Trump ni sus amigos de Heritage Foundation, claro.
Porque Trump, lejos de moderar su discurso violento tras el Asalto al Capitolio por parte del bisonte y sus amigos, lo ha endurecido. Especialmente en la presente campaña, en la que ha definido a los migrantes como "no personas" acusándolos de "contaminar" la sangre estadounidense, mientras pide "un día violento" para ajustar cuentas con los criminales. Y en paralelo, su colega Kevin D. Roberts, el líder de esa Heritage Foundation que está tras el Proyecto 2025 del que hablábamos unas líneas más arriba, se despacha a gusto bajo la atenta mirada de Cristo en el programa de Steve Bannon diciendo: "Quiero ser parte de lo que llamo la Segunda Revolución Americana. Ojalá sin sangre, o sin más sangre que la que ha derramado la izquierda".
Pase buena noche. Si el recuerdo de este artículo se lo permite
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