Franco, hombre menudo, tiene una obsesión: crecer. Para eso hay que construir. Pantanos, carreteras, hoteles... pero hace falta más. La clave la da José Luis Arrese, el primer ministro de vivienda de la Historia, que suelta la máxima que guiará el destino del país: “Queremos un país de propietarios y no de proletarios”.
Con esa frase de Arrese el primer paso para extender el virus de la especulación ya estaba dado. Los españoles, aunque tengan pocos recursos, comprarán una casa. En 1961 arranca un plan de vivienda masivo. Durante 15 años se edifican casi seis millones de pisos. En Europa, los pobres, tardarán 3 décadas en construir lo mismo. Además, ellos lo hacen para el alquiler. Aquí, no. Aquí se compra.
El Régimen atrae la inversión privada con truco: libertad absoluta para la empresa privada. Habrá subvenciones a fondo perdido, materiales libres de impuestos o ventajas tributarias. Las empresas afines controlan los planes urbanísticos. Se legisla al servicio de la especulación.
Lluis Bilbao, historiador, nos cuenta como franco facilitaba a las empresas constructoras el negocio con las leyes. La ley del suelo de 1956 y 1975 era una legislación al servicio de la especulación. Por ejemplo, el régimen podía expropiar terrenos para dárselo a los promotores.
Pero la sensibilidad de los tiempos la transmiten mejor los poetas que las leyes. Arrese, hábil con el verbo, suelta la frase que explica el caos: "Primero la vivienda y después, urbanismo".
Esos son los polvos, y estos los lodos: Ocharcoaga, Bilbao. 114 bloques de pisos inaugurados por Franco en 1964. En este tiempo han sufrido problemas de toda índole. Critóbal Ribera, uno de los duenos, habla de humedades, filtraciones y más de 200 viviendas declaradas inabitables.
La publicidad de las promociones no se anda con ambages: sólo se vive una vez, por qué no vivir bien. La única forma de conseguirlo que se nos cuenta es comprando. El país está convencido. La maquinaria se pone en marcha: las instituciones financieras del momento calculan que entre 1975 y el año 2000 hará falta construir en España 14,8 millones de viviendas.