Casi 1000 personas liberadas en 2019 víctimas de explotación sexual. Según un informe de la Policía Nacional, 896 eran mujeres. Esclavas en pleno siglo XXI, prostituidas y engañadas. "La criminalidad la ponemos como si fuera un submundo, pero no. Es el mundo real. Estos pisos están en nuestras ciudades, estas mafias y estas organizaciones están entre nosotros, nos relacionamos con estos proxenetas, nos relacionamos con estas personas... y parecen personas normales", nos cuenta Bebi Fernández en una entrevista por Skype.
"La criminalidad no es un submundo. Estas organizaciones están entre nosotros"
Oculta su rostro por seguridad, porque ha alzado su voz contra la violencia machista muchas veces, dentro y fuera de la redes sociales. Criminóloga y activista, su último libro 'Reina' (Planeta, 2020) es la continuación de 'Memorias de una salvaje' (Planeta, 2018), un thriller sobre la trata de mujeres, la violencia de las mafias y el feminismo. Una historia que arranca cuando casi todo el mundo paró debido a la pandemia.
"Durante el confinamiento los clubs clandestinos no han cerrado. Sí es cierto que como a cualquier negocio se le ha dado un varapalo económico y esto se ha traducido no en la ruina de los mafiosos, sino en la ruina moral más si cabe para estas mujeres. Porque ese dinero se va a recuperar", asegura la autora.
"Durante el confinamiento los clubs clandestinos no han cerrado"
Ellas pueden llegar a acumular deudas de hasta 60.000 euros y salir, para muchas, es muy difícil. "Yo conozco casos de chicas que han llegado a sus países de origen tras escapar y que se las han vuelto a llevar con la connivencia de las estructuras de su país y además dejándolas pasar por el aeropuerto".
Historias reales que se entremezclan con la ficción y para las que sólo hay una solución: la educación. "Si nosotros prohibimos la trata, prohibimos las mafias, pero los hombres que consumen a estas mujeres como si fueran objetos siguen pensando que eso está bien. Nosotros hemos prohibido algo pero no hemos acabado con nada", reflexiona Bebi Fernández. Porque sin clientes, se acaba la trata.