No es difícil comprender cómo un partido de claro signo neonazi y con un discurso abiertamente nazi, usando hasta algunas de sus proclamas, ha podido ganar unas elecciones en un país que hasta hace nada era puesto como ejemplo de superación de su pasado nacionalsocialista con su mitificada y falsa desnazificación. La sorpresa para entender la victoria de un partido como AfD solo puede venir de quienes han tenido como coletilla cada vez que en España se veía un acto de loa al franquismo: "Esto en Alemania no pasaría", pues la verdad es que pasa, pasó y pasará porque el relato de la desnazificación fue un camelo tan bien engrasado como el de la modélica Transición y que fue impulsado por los aliados, con EEUU a la cabeza, para justificar que todos sus colaboradores para luchar contra el comunismo no venían del nazismo y estaban limpios.
La victoria de AfD en Turingia es solo una muestra más de ese blanqueamiento del nazismo, de forma literal, ya que la incorporación de nazis a los servicios secretos, alta representación institucional y judicatura se hizo con unos salvoconductos que funcionaban como declaración jurada de que no se había pertenecido al NSDAP (el Partido Nazi) llamados "Persil" de forma coloquial por el nombre del detergente que lavaba más blanco. Es por eso que Björn Hocke tenía allanado el camino cuando usaba esos lemas nazis en sus discursos y proclamas avivando a quien ha oído en su familia, de forma privada, todas esas ideas que algunos creían desterradas. Solo en un país en el que siguen siendo aceptables esos valores puede enraizar una idea como la reinmigración que pide expulsar del país a todo aquel que no comparte la cultura alemana, una manera de definir a los que antes llamaban arios, y que será necesario expulsar a todos los alemanes que no compartan esas ideas incluso con el uso de la violencia. Este es el ideario de la rama más extremista del AfD que ha vencido en Turingia y ha quedado segunda fuerza en Sajonia.
La especificidad de cada región no es extrapolable de manera automática a otros países, pero sí existen parámetros que actúan de manera similar y de los que es preceptivo aprender. Uno de ellos es la importancia del debate de inmigración vinculado a seguridad y su peso en la opinión pública. La campaña regional en el este de Alemania estuvo focalizada en la inmigración y la seguridad, ayudado por el atentado terrorista en Solingen por un refugiado sirio, el peso en la conversación de estos temas fue central y es ayudado por la asunción de los postulados ultras en los partidos del resto de ideologías. En el caso de Sajonia y Turingia no solo es que los conservadores de la CDU adopten ese mensaje, o que la socialdemocracia del Canciller Scholz haya informado de la importancia de endurecer las políticas de asilo o refugio, sino que hasta en la izquierda radical se hayan adoptados los marcos del discurso de AfD como ocurre en el caso del partido de Sahra Wagenknecht, exlíder de Die Linke, y que ha conseguido porcentajes de voto por encima del 10% con un discurso rojipardo basado en el rechazo a la inmmigración, la reacción en cuanto a los elementos posmateriales y centrándolo todo en un mensaje económico proteccionista. Todos estos partidos adoptando el mensaje de AfD lo único que han logrado es que AfD sea el partido más votado al representar mejor los valores que todos dicen defender. Que en España sirva de recordatorio que hablar de migración en los marcos ultras solo se benefician los ultras.
No puede existir un mensaje de búsqueda del enemigo y de negación de la alteridad sin sensación de agravio y una brecha social. La respuesta a la victoria de la AfD en Turingia hay que encontrarla también en el engaño masivo del capitalismo tras la caída de la RDA. La Alemania del Este sigue existiendo en todos los parámetros de nivel de vida y desigualdad y la ostalgie está muy presente en la emoción política de sus habitantes. Todos esperaban que la reunificación prometida y el paraíso anhelado del capital supondría una mejora sustancial de los niveles de vida a aquellos que habían sido tentados con los cantos de sirena de la bonanza capitalista. Pero solo hay que ver cualquier mapa de la actual Alemania para entender que la frontera entre la RFA y la RDA aún permanece. El desengaño surgido tras la caída del muro de Berlín se sembró durante la imposición de la Agencia Treuhand encargada del desmantelamiento industrial basándose en el lema de "no hay alternativa" que provocó un shock de desempleo sin la protección masiva del Estado y se recoge ahora. Todo lo que surge hoy no nace de la nada y comenzó a fraguarse hace años. ¿Cómo ha podido pasar?, nos preguntaremos. No hay más que atender a las señales.