Es difícil no despreciar a la recua de seguidores que Alvise tiene en su canal de Telegram y a todos aquellos que le dieron su voto. Es tan difícil que no seré yo el que pretenda hacerlo y empatizar mínimamente con ellos. Me parecen una masa amorfa de insolidarios con problemas para llegar al final del día sin que el esfuerzo ímprobo por mantenerse con vida mientras razonan les provoque un ictus. Como periodista es mi obligación intentar comprender las razones por las que una importante cantidad de ciudadanos darían su apoyo a un personaje tan infecto como Alvise, pero eso no implica que los justifique ni tolere. Las personas como las que votan a este personaje son el peso muerto de la historia, el lastre que impide a las sociedades avanzar, una plétora excrecente de pus incívica. Y además, por encima de todo, son tontos, muy tontos, tan tontos como para ser pastoreados por un patán con una falta de riego tan evidente como para dejar por escrito y en audio la cadena probatoria completa de varios delitos.

Para tener tan pocos escrúpulos como Alvise no se puede ser tan limitado. Los mensajes y audios en los que le pide a un empresario de criptomonedas e inversiones fake de forma abierta que le done 100.000 euros en cash para eludir la ley de financiación de partidos y que a cambio legislará en favor de su empresa son el reconocimiento de la comisión de un delito más claro y palmario que un político ha hecho en España habiendo habido personajes como Julián Muñoz y Luis Bárcenas. Es un récord absoluto en ineptitud corrupta. Es difícil ver cómo cualquier juez del Supremo puede eludir actuar contra Alvise aunque fuera el tesorero y votante más entusiasta del ultra.

Las justificaciones que ha querido dar a sus seguidores solo son posibles desde la convicción profunda de que aquellos a los que has convencido de pagarte dinero y votarte con ese nivel de parvulario y miseria intelectual son tan ridículamente estúpidos que tragarán con lo que haga falta. Es normal que tome a sus seguidores por necios, seguro que con ellos le sirve, pero con el Tribunal Supremo más vale que tenga otra defensa que decir que el empresario le pagó 100.000 euros en efectivo porque está luchando por el derecho a usar efectivo. La idiocracia está a nuestro alcance con una tropa de eyectados cerebrales como los que alaban a Alvise en su canal a cada justificación ridícula. Es divertido asistir a ese espectáculo de excusas y aplausos, es como ver la muerte neuronal en tiempo real.

Alvise ha cumplido todos los tópicos del político corrupto tipo ni siquiera antes de tocar poder. Tiene mérito caer antes de ascender, aunque es comprensible, ya que aprendió a ser un inepto en su etapa como asesor de Toni Cantó, se crió en la mejor escuela. No hay que perder de vista hasta qué punto considera limitados a sus votantes. Tienes que tener una concepción subterránea y servil de ellos si crees que puede mentir y engañar a unos seguidores de los que vive a cuerpo de emérito diciendo que los 100.000 euros que cobró del presunto estafador a cambio de favorecer a su empresa se deben a un compromiso por defender la "libertad financiera" mientras les cambia el foco a la presión fiscal que sufren los autónomos. Lo cierto es que todos aquellos que se puedan creer que la única libertad financiera que defiende Alvise es otra diferente a la suya propia se merecen ser estafados. En el fondo Alvise hace una labor social sacándole pasta a esta gente que le vota. Alvise ha conseguido usar como capital político la falta de riego.

La historia de los tipos como Alvise y sus votantes está escrita en una obra cumbre de Nikolái Vasílievich Gógol llamada Almas Muertas. Alvise es un Chíchikov de chichinabo. La podredumbre del personaje de Gógol en Almas Muertas puede servir para comprender la catadura del político sevillano y de sus seguidores. Pavel Ivanovich Chíchikov era un pusilánime sin escrúpulos que se recorría Rusia buscando estafar a incautos terratenientes comprando almas de siervos muertos que aun figuraban en el censo como vivos por los que los terratenientes pagaban tributos con el objeto de acumular almas de siervos muertos y aspirar a acumular derechos de propiedad para poder pedir préstamos con ese aval ficticio. Los siervos del Chichikov de Gógol, como Petrushka, un tipo anodino y aburrido, que desprende un tufo como de habitación ocupada y que se acuesta vestido podría ser el tipo medio que en el canal de Telegram contesta a cada mensaje de pastoreo con un "grande Alvise". La caída fugaz de Alvise y el seguidismo idiota de sus votantes es una magna obra de la decadencia política de nuestro tiempo y hay que paladearla como el que disfruta de una obra de arte de la literatura rusa y la putridez moral del género humano. No sufran con el espectáculo, solo disfruten, como el que acude a un zoo humano.