La mentira tiene capacidad performativa, construye realidades alternativas que acaban fijándose y permaneciendo como la verdad fijada en el inconsciente colectivo y no hay nada que se pueda hacer para transformar ese hecho y explicar la verdad. No hay manera de contrarrestarla cuando ya ha prendido. Por eso no importa que una mentira prendida en el momento adecuado después se descubra falsa, o que se intente desmentir para fijar lo que de verdad ha ocurrido, eso lo saben los que prenden mentiras con la intención de generar un conflicto, un linchamiento, o encender a una turba enfervorecida.

Mateo fue asesinado mientras jugaba con sus amigos en un campo de fútbol de Mocejón y sin siquiera celebrar el funeral Alvise Pérez publicó en su canal de Telegram un entrecomillado simulado que atribuía unas declaraciones a ciudadanos del pueblo con la intención de señalar un hotel donde se alojaban inmigrantes para sembrar la sospecha sobre ellos del crimen en sus 700.000 seguidores. Esa diana en forma de mensaje buscaba crear una realidad alternativa, señalar a un enemigo, que esa mentira calara en una turba conmocionada y que generara una concreción violenta sobre los migrantes. No es la primera vez que una mentira queda fijada como una verdad para siempre. No es la primera vez que una mentira tiene la capacidad de matar.

Uno de los bulos más conocidos de la historia de la España negra es el que dio nombre a Enriqueta Martí como "la vampira del Raval". Cualquiera que conozca la historia en el ámbito de la cultura popular sabrá que era una mujer que raptaba niños, los asesinaba y los desangraba para vender la sangre a personas ricas como tratamiento para la tuberculosis. Pues bien, nada de eso ocurrió nunca, Enriqueta Martí jamás asesinó a un solo niño ni vendía sangre, su historia es la de un bulo transmitido durante décadas que queda prendado para siempre. Una mujer y pobre que fue carnaza para la aporofobia de la burguesía. Su ejemplo es el de cómo una vez que una mentira consigue enraizar por la mala praxis de medios y la mala fe de muchos interesados no hay manera de hacer que la verdad se abra paso.

Decir que los bulos son un arma con la que se mata no es un ejercicio retórico. Desde los libelos de sangre a la masacre de Kielce en 1946 pasando por infinidad de linchamientos que surgieron con una maledicencia o un rumor son la prueba. Los bulos han sido responsables de infinidad de crímenes, linchamientos e incluso genocidios a lo largo de la historia. Algunos de ellos comenzaron con una mentira dirigida de manera eficiente en un momento de efusividad social y en un contexto adecuado para que esa mentira pudiera ser dirigida contra un enemigo bien identificado. Los bulos suelen utilizar elementos propios de cada cultura, miedos ancestrales y suelen ser utilizados con elementos propios que generen identidad en la masa que se pretende dirigir.

Uno de estos bulos que cumplió el objetivo utilizando todos estos elementos es el que ocurrió durante los conflictos étnicos en los Balcanes que desembocarían en la guerra. El poco conocido incidente Đorđe Martinović funcionó como paradigma de la desinformación en medio de un conflicto étnico y social, cuando cualquier chispa puede hacer saltar por los aires el arsenal no hace falta que esa chispa sea real. Đorđe Martinović era un ciudadano serbio que vivía en una ciudad kosovar, cuando acudió al hospital por las heridas provocadas en su ano por la intrusión de una botella de cerveza él acusó a dos ciudadanos que hablan albanés de habérselas realizado mientras trabajaba. La realidad es que fue un acto autoinfligido por propia satisfacción del interfecto. El caso fue utilizado por la prensa nacionalista serbia como ejemplo de la perversión y el sadismo de los albano-kosovares que buscaban la expulsión de los serbios de Kosovo, la campaña fue furibunda y fue una de las espoletas que allanó el camino para las posteriores guerras étnicas con una siembra de odio nunca vista en la región que acabó por fructificar años después. El caso Martinovíc, como el de Mocejón, son solo excusas utilizados por los que quieren instrumentalizar el odio, por eso no sirve apelar a la buena voluntad de las gentes, toca actuar con firmeza.

Todo estos sucesos fueron provocados por una mentira. No importaba que fuera verdad o no para que creara una realidad concreta y sangrienta en quienes fueron señalados y por eso mismo tienen una capacidad destructora que el gobierno, la fiscalía y los actores con responsabilidad no están sabiendo ver o están minusvalorando. La necesidad de actuar desde diferentes ámbitos sobre quienes proclaman falsas noticias sobre colectivos vulnerables como se haría de manera inmediata con quien grita fuego en una sala de conciertos abarrotada es inaplazable. No hacerlo es negligente y entonces tocará pedir responsabilidades a quien ha mirado para otro lado.