Ha sido un día bastante anodino para romper España. Se ha parecido bastante al resto de días, ya son una buena plétora de ellos, en los que se nos ha roto este bello país nuestro cuando los representantes de los españoles en el Congreso han aprobado alguna cosa que quería la antiespaña. Los alumnos de los colegios han seguido mirando desde la acera de enfrente los leones del Congreso, algún manifestante ha usado la proliferación de cámaras para expresar sus reivindicaciones, algunos turistas se hacen foto y los curiosos sueltan piropos y alabanzas a quienes son de su agrado y menos reproches a quien no les gusta: recuerden que el odio suele practicarse más de forma anónima, es timorato y seguro que muchos de esos que han paseado por la puerta del Congreso son de los que creen que se rompe España por hablar catalán en el Congreso mientras realizan la misma rutina cotidiana del día de antes y que harán el día de después. Porque España se rompe raro y a la mañana siguiente sigue siempre tal y como anocheció.
Un martes de septiembre es un día como cualquier otro para pillar desprevenidas a las fuerzas del bien e imponer la lengua de satán en la casa del imperio. Etarras hablando vascuence, separatistas hablando polaco e incluso algún terrorista anarquista galego hablando la lengua de las meigas y la Santa Compaña. Todo eso ocurriendo a la misma vez en el nido de Aznar, Ayuso y Jiménez Losantos. El follón logístico que algunos vaticinaban se solucionó condos pantallas en el interior del hemiciclo subtitulando en tiempo reallas intervenciones de los diputados y unos aparatos de traducción simultánea que funcionaban perfectamente.
El caos administrativo se circunscribe a mirar una película en versión original con efectos especiales, eso sí. El Congreso ahora es como una película inmersiva porque puedes ver a los diputados de Vox retorciéndose en sus escaños como si fueran vampiros a los que han abierto las cortinas del castillo a medio día. El espectáculo que nos otorga una sesión del hemiciclo ha mejorado considerablemente esta nueva temporada. Podría cobrarse entrada y los antifascistas financiarían encantados el ridículo coste de la traducción simultánea solo para ver a fachas hiperventilando y sintiendo en su interior cómo la España nacionalcatólica que anhelan se les deshace porque un diputado hable catalán donde Tejero entró disparando al techo. Ya no se respeta nada.
El primer show facha de la nueva sesión ha sido buscar otra excusa para irse al bar a por los gintonics baratos. Ser diputado de Vox es encontrar cualquier justificación que les permita no trabajar y ponerse ciegos. La performance ha consistido en salir del hemiciclo dejando los aparatos de traducción simultánea en el escaño de Pedro Sánchez, que se encontraba ausente. Algunos diputados, hombres, claro, lo arrojaban con violencia indisimulada para ver si podían golpear con ellos de rebote a Yolanda Díaz, que ocupaba el escaño de al lado.
Fachas, ignorantes, violentos y vagos. La escena acabaría por definir a Vox al tener que entrar unos cuantos ujieres a recoger todo el desastre que los diputados habían causado. Señoritos manchando y curritos limpiando su mierda. Nunca una imagen más preclara de lo que es un diputado fascista. Hay mucho de justicia histórica, simbólica y reparativa en que sea la lengua de Castelao la que limpie el hemiciclo de fascistas. Se respiraba mejor, el Congreso estaba más saneado convirtiéndose en la cuna de la cultura olvidada y minusvalorada mientras expulsaba a esa recua de fascistas solo con la musicalidad de sus palabras.
No hay mejor manera de hacer política que destrozar a la derecha y arrinconarla junto a la extrema derecha ampliando el espacio cultural y ensanchándolo por medio de la diversidad lingüística. Sin confrontar, solo expresándose en la inmensa diversidad lingüística de nuestro país. España es hoy mejor, más diversa, más representativa y mucho más rica. Somos muchos más los españoles orgullosos de nuestro país con un Congreso donde todos y cada uno de los ciudadanos, independientemente de cuál sea su lengua, sienten que la ven representada en la sede de la soberanía nacional. España es un país mejor y encima no hemos tenido que ver a los fascistas llorando y bramando desde sus escaños.