La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) tiene un palacete muy aparente en la Calle Juan Bravo. Lo consiguió Luis María Ansón convenciendo a Adolfo Suárez de que merecía que le regalaran esa sede cuando se devolvió el patrimonio a los sindicatos asegurando que les correspondía por pertenecer al sindicato vertical. Orgullosos de su herencia franquista. Así empieza la historia de la APM en democracia.
No hay que pedir demasiado a una institución que cada año organiza una corrida de toros para recaudar fondos, en la que El Corte Inglés patrocina el informe anual de la prensa y mantiene una SICAV como medio para hacer dinero. El pasado mes de abril consideraron que no tenían que darme amparo cuando Macarena Olona, portavoz de Vox en el Congreso, me insultó, señaló y difamó en los Desayunos de TVE. Contestaron por carta que era tan grave lo que había sucedido que era motivo de reproche penal, así que ellos ignoraron mi petición. Ayer, sin embargo, consideraron dar su apoyo a Vicente Vallés al entender que es inadmisible que los políticos señalen a periodistas. Depende, señores de la APM. Depende. No he conseguido que respondan a mis peticiones de información para conocer el motivo de ese sesgo. Seguiré insistiendo, el periodismo también controla a los que dicen ser garantes del periodismo. Y no voy a parar.
Hay pensamientos racionales básicos que son muy difíciles de comprender para ciertos elementos que pese a no quitarse la palabra sectario de la boca son su mayor exponente. Es posible, sin que las meninges estallen, considerar que Pablo Echenique cometió un error señalando en un desafortunado comentario al periodista Vicente Vallés y a su vez denunciar que en España existe una casta periodística representada en las asociaciones de prensa que hace política en vez de defender los principios periodísticos y deontológicos.
Unidas Podemos podría empezar a asumir que su política con los medios de comunicación es nefasta y que ya no es el outsider de 2014 que vino como enfant terrible a cuestionar la propiedad de las grandes corporaciones. Es paradójico que ahora que tiene el poder haya olvidado aquella ley que pretendía regular los grandes medios de comunicación. Ahora que puede, ya no es tan ambicioso y se dedica a crear su propio medio. Unidas Podemos no es un ente puro que no usa el poder cuando lo tiene, algunos conocemos esas prácticas de presión cuando desde un medio humilde escribíamos lo que considerábamos oportuno.
Unidas Podemos tiene mucho que reflexionar sobre su manera de relacionarse con los periodistas. Es una evidencia que hubo una trama corrupta del PP que utilizó a la policía para, en connivencia con algunos medios y periodistas, fabricar informes contra Podemos. Igual de evidente es que Vicente Vallés es solo un periodista con una línea editorial conservadora, como la cadena en la que trabaja, que no forma parte de esa red y que merece respeto aunque no se comparta dicha línea. Uno de los grandes problemas que tienen en Podemos es que no sabe distinguir entre quienes les critican, con razón y sin ella, y periodistas indecentes. Y acaba haciendo una causa general contra los medios que le termina perjudicando de manera incontestable.
Sin embargo, los pecados de Unidas Podemos con los medios no exoneran a una profesión grandilocuente con el que menos poder tiene y sumisa con el que de verdad tiene capacidad para mover sillones. El Partido Popular ha movido sus hilos para laminar a cualquier periodista incómodo: Esther Palomera, Carlos Cué, German Yanque, Jesús Cintora, el que les escribe. Eso no ha motivado que las asociaciones salgan escandalizadas a protestar por esa intromisión. Luego tienen que invitar a sus líderes a la corrida de toros. Se comprende.
El periodismo gremial se ha escondido cada vez que ha tenido que enfrentarse al verdadero enemigo de la prensa. Se ha acobardado cuando se trataba de enfrentarse de manera frontal al fascismo y ha mirado a otro lado cuando había que proteger a los profesionales que investigaban a un partido que tiene a los periodistas que le confrontan como objetivo y que les pone en una diana. Con Vox no se atreven, y cuando lo hacen es con la boca chica, timoratos. Pero con Podemos salen rabiando. Saben que es menos peligroso. Ese sesgo les convierte en un actor político más, no en periodistas. Es una caricatura decrépita el papel del asociacionismo periodístico en este país, organizaciones gremiales preocupados solo de autoreferenciarse y que están más próximos al funcionamiento de un lobby o de un sindicato vertical. Lo cierto es que solo existen para asegurarse unos pocos privilegios y dar un carné de prensa que obligan a usar. Están tan cercanos al poder que están atados a él de manera irremisible. Hasta una presidenta de la APM aceptó un viaje a Brasil a ver el Mundial de Fútbol pagada por Iberdrola y no dimitió. El periodismo controla al poder, es hora de que controle a los periodistas.