La izquierda necesita tanto creer en una derecha democrática que se come cada intento por colarnos la última creación moderada. Pasó con Alberto Ruiz Gallardón, con Ciudadanos, con Feijóo el invento ha durado menos y ahora estamos ocupados con María Guardiola porque ha dicho que es inaceptable meter en el gobierno a quien niega la violencia machista y tira a la basura los derechos LGTBI. El nivel en la derecha española de su concepción democrática es subterráneo y cuando llega alguien con una moral aceptable propia del siglo XXI la convertimos en figura antifascista.
La realidad es que no es posible que en el PP conviva una derecha democrática que acepta los avances sociales y el respeto a la diferencia mientras tiene que contar con el electorado que vota a VOX, ahora fuera del partido, pero antes dentro. Sería la propia derecha la que se encargara de laminar a cualquiera que ponga en cuestión los preceptos básicos de la derecha española, que nunca se democratizó de manera completa tras el final de la dictadura. Solo hay que ver la reacción de la caverna contra María Guardiolapor el simple hecho de mostrar una pulsión civilizatoria. La esencia de la derecha patria es el desprecio a los derechos ajenos y una concepción del poder patrimonial, es precisamente por eso que nunca habrá en el PP una figura de relevancia que opte por no gobernar antes que unirse a la extrema derecha. El movimiento de Maria Guardiola es de largo alcance, algo que conviene valorar en una época en la que solo prima el regate corto.
Los estrategas y asesores de Maria Guardiola han identificado la orfandad en el espectro público de una derecha que confronte mediáticamente con VOX, al estilo de la CDU alemana, sobre todo tras la desaparición de Ciudadanos. En el entorno de Guardiola sabían que un discurso así acapararía la atención nacional de todos los medios de comunicación. Sería la protagonista indiscutible. Convertir una figura desconocida en la protagonista del panorama público nacional no es fácil. Sobre todo partiendo desde la oposición en Extremadura, una región siempre olvidada. El movimiento es inteligente y podría configurar un frente de baronías que con Juanma Moreno hagan frente al perfil político de Ayuso de cara al futuro. Un modelo diferente. El mensaje de María Guardiola ha sentado a cuerno quemado a Miguel Ángel Rodriguez, que ve cómo ganan posiciones en su partido quienes optan por tomar distancia con VOX aunque sea de forma retórica. En la derecha española hay una lucha soterrada, una corriente de fondo, y la líder del PP de Extremadura tiene mirada a largo plazo y ha fijado su presencia en la guerra de posiciones que puede configurar un liderazgo con proyección nacional.
¿Se puede creer la pulsión antifascista de María Guardiola? Inocentes ha habido siempre. Solo hace falta para ponerlo en duda analizar el contexto de su partido y la correlación de fuerzas. Sin el fascismo el PP no podrá gobernar y el poder es el bien superior de la reacción. La estrategia de Guardiola se enmarca atendiendo también a un cálculo electoral, consideran que posicionarse frente a VOX podría asegurarles apoyos del PSOE de Extremadura, que posee un electorado con unas concepciones culturales más conservadoras. Pero es preceptivo añadir que si no hubiera horizonte electoral el acuerdo se produciría, porque el 23 de julio contamina todo. No hay por qué poner en duda los valores de María Guardiola para no meter en el gobierno a VOX, unos valores que por otro lado no le hubieran impedido acordar con VOX un acuerdo programático. Lo cierto es que no hay un imperativo categórico que emane de los valores de Guardiola para no llegar a un acuerdo con VOX porque el hecho es que presentó un acuerdo a esos mismos repudiados pero no fue aceptado por la extrema derecha. Si Jorge Buxadé hubiera aceptado ahora mismo los ultras ocuparían la presidencia del Parlamento de Extremadura y María Guardiola sería presidenta con los votos de los posfascistas.
La dicotomía que tiene que enfrentar Maria Guardiola al poner por delante los valores es si considera que la moral está sujeta al mercadeo. Tiene que elegir entre valores y poder. Todos los ciudadanos tenemos valores inamovibles y otros más negociables, es la jerarquización axiológica, lo que llamamos de forma más llana "escala de valores". En esa jerarquía moral María Guardiola ha elegido que el poder está por encima de los valores, porque lo que es inaceptable para entrar en el gobierno no lo es para pactar un acuerdo que le haga presidenta cediendo a los ultras puestos de responsabilidad. Si de verdad fueran los valores los que mueven a María Guardiola como prioridad, que no ponga en duda que los tenga, su única manera de gobernar sería en solitario o buscando el apoyo en el PSOE. Jamás miraría a la extrema derecha. Yo jamás miraría a la extrema derecha porque mis valores antifascistas me lo impiden en cualquier circunstancia. Entre valores y poder, elige poder. Pero opta por esta estrategia porque considera que esta posición le puede resultar favorable a sus intereses. María Guardiola tiene referentes históricos de conservadores que nunca cedieron a la seducción de la extrema derecha a costa de perder algo más que el poder. Sebastian Haffner fue un conservador prusiano que con toda la vida resuelta decidió enfrentarse de manera frontal al nazismo y perderlo todo. Es también un buen espejo en el que debería mirarse Borja Semper.
La izquierda no conviene que se haga trampas al solitario y pierda el tiempo sollozando y suplicando una derecha antifascista que vea en VOX el verdadero monstruo pardo que representa. No debemos perder tiempo en ensalzar unicornios. La nueva realidad que conviene asumir es que cuando no haya proceso electoral en el horizonte la alianza ultra se conformará en sus diversas formas y la extrema derecha ganará posiciones en todas las instituciones buscando lo que siempre ha querido: lograr el poder, reprimir a la izquierda y asegurarse sus privilegios económicos.