La jeta sideral de Alberto Gonzalez Amador está forjada en adamantium y labrada mediante inteligencia artificial como una creación perfecta que encaja como un guante en la moral de Isabel Díaz Ayuso. Están hechos el uno para el otro. Todos los comportamientos fraudulentos del novio en su actividad laboral están basados en lo más profundo del pensamiento que la presidenta de la Comunidad de Madrid defiende. Un personaje que solo piensa en sí mismo, que no tiene ningún escrúpulo para favorecerse de su posición, que usa empresas en el extranjero, facturas falsas, se deduce gastos imposibles y se enriquece con la pandemia a través de su capital social. Es como si Ayuso hubiera fraguado con su mente todas las excrecencias sociales que emanan de su ideario para hacerlo carne en Alberto González Amador.
Si sus adversarios hubieran ideado un tipo con la carcoma moral necesaria para emparejarse con Isabel Díaz Ayuso no se le hubiera ocurrido un tipo con las características de este personaje. Pero es el novio perfecto para Ayuso. A la lideresa de verbo atribulado y dificultades para establecer relaciones semánticas coherentes sin pinganillo le molesta sobremanera que hablemos de los trapicheos de su familia. Más nos gustaría a nosotros no tener que hablar, vivir, y sufrir a una familia que solo ha visto el cargo de su hija, hermana, novia, como un medio para enriquecerse. Pero es lo que hay, si quiere puede mandar a su camorrista para que intente callarnos.
La última trapacería del ennoviado ha sido los gastos que intentó deducirse como derivados de su actividad laboral con la empresa para intentar pagar menos a Hacienda y que ha publicado la Cadena Ser. Entre los desembolsos que consideró dignos de ser deducidos se encuentran gastos menores como 4,30 euros en pelotas de pádel, 8,50 euros de un champú H&S, quizás por eso se ha rapado, por la caspa, o 0,08 euros de una bolsa de supermercado. El tipo va con la chorra fuera y se quiere deducir una bolsa del super y la higiene dental, porque también se dedujo un colutorio, el hilo dental o el dentífrico. No se quedó ahí en esos gastos nimios que solo un sinvergüenza como él consideraría que pueden ser deducibles, tampoco tuvo complejos en intentar deducirse un Rolex, la reparación de un porche Panamera, un viaje a Ibiza o la compra de un saxofón. Un puto saxofón como gasto deducible para una empresa que se dedicaba a la compra de mascarillas.
La catadura moral del novio, que por mucho que moleste a Ayuso ha reconocido dos delitos fiscales, es difícilmente descriptible de otra manera que no sea relatar de manera fría el proceder de sus actividades empresariales. No se habla demasiado del hecho de que se fuera a África para intentar vender vacunas del Covid a países del tercer mundo inflando el precio para enriquecerse como mediador. Hay que tener los límites morales subterráneos para buscar aprovecharse de la escasez de vacunas en los países pobres. Pero es que es lo que pregona el pensamiento de Isabel Díaz Ayuso, es un tiburón, un tipo que sabe aprovechar su momento, la oportunidad precisa, cómo si no se va a poder comprar un Rolex de 8.000 euros y un Porsche Panamera para luego buscar deducirse la reparación del coche y la compra del reloj. Es difícil contar todas las andanzas del noviete sin sentir asco.
Siempre he creído que hay dos tipos de personas en su relación con los demás, los jetas que no tienen complejos en hacer como el novio de Ayuso para deducirse hasta el desodorante y los que piden hasta una prueba de vida a su asesora para deducirse un ordenador cuando su trabajo es el de informático. Eso es lo que conforma el límite de la civilización ética. Hay quienes solo queremos tener cualquier tipo de relación con aquellos que piensan en los demás y no tienen el egoísmo como valor soberano, y luego están personas como Ayuso que han nacido para vivir al lado de un degenerado moral que tiene como compromiso de vida aprovecharse de los demás y hacer lo posible para enriquecerse de la manera más indigna posible. No le podemos desear nadie mejor para que comparta su vida a quien dejó morir a 7.291 ancianos pobres sin medicina paliativa. Tal para cual. ¡Vivan los novios!