Un marxista tiene que analizar la realidad tal y como es y no tal y como quisiera que fuera. Es por esto mismo que es innegable reconocer el papel que tiene la Iglesia y el cristianismo para hacer del mundo un lugar mejor o un lugar peor y en esa concreción el papa tiene un valor innegable para girar hacia una dirección u otra. El papa Francisco ha sido contradictorio y ambivalente y es preceptivo reconocer lo que hizo para que el mundo fuera un lugar mejor y aquello en lo que prefirió seguir la doctrina más reaccionaria olvidando el sufrimiento que provoca esa visión doctrinal en muchas personas a lo largo del mundo.
El papa era contradictorio como buen peronista. Porque aunque el papa Francisco negó serlo siempre el peronismo está en cada movimiento político que hizo y en toda su obra. Fue un gran pedagogo de algo tan complicado de comprender como el peronismo en todo el mundo. La visión doctrinal del papa Francisco bebe del Concilio Vaticano y los sacerdotes del tercer mundo y se entronca en la Teología del Pueblo Argentino, una concepción que emana de la Teología de la Liberación pero que rehuía de su concepción marxista para vincularse a través del populismo peronista. La Teología del pueblo rehuía la lucha de clases y hablaba del pueblo contra el anti-pueblo. Está visión doctrinal en argentina fue acuñada por Lucio Gera que consideraba que el peronismo era la cultura esencial del pueblo argentino y en ella se incardinaba Jorge Bergoglio antes de ser papa.
El justicialismo de Juan Domingo Perón tenía como línea política en materia humana a la doctrina social de la Iglesia y es normal que la Teología del Pueblo tuviera el peronismo en lo político. Jorge Bergoglio estuvo muy vinculado en los años 70 a la Guardia de Hierro peronista, una visión muy rigorista del peronismo que se autodenominaban soldados de Perón y cogían su nombre del alojamiento del presidente argentino en Madrid porque vivía en Puerta de Hierro. Como provincial jesuita Jorge Bergoglio cedió la gerencia de la Universidad de El Salvador a varios miembros de la Guardia de Hierro que en los años posteriores tuvieron un acercamiento al almirante Massera cuando el condenado por genocidio en los juicios a la junta de 1985 fue nombrado doctor honoris causa de esa universidad.
Pero ese mismo peronismo es el que le hace defender la justicia social como bien fundamental de las sociedades. Una de sus frases más explícitas sobre la importancia de la justicia social fue definitoria de lo importante que era para él la redistribución de la riqueza al menos de manera teórica: "O es la armonía de la justicia social o es la violencia después de la desolación". No hay manera de rechazar desde el punto de vista progresista una visión doctrinal sobre los más desfavorecidos que se expresa en esos términos. Pero el papa Francisco ha tenido un debe que es preceptivo denunciar.
La moral social ha sido el peor de sus pecados. El papa Francisco no ha cambiado un ápice su visión sobre el concepto "ideología de género" que alimenta los discursos ultras a lo largo del mundo. Su visión sobre los derechos reproductivos de la mujer, la igualdad entre hombre y mujer, los derechos del colectivo LGTB y sobre todo de los derechos trans, no se diferencia de las visiones más integristas que han anidado en la iglesia.
La posición del papa Francisco sobre el aborto es de las más radicales que pueden darse en la iglesia. Lo era cuando era arzobispo de Buenos Aires y continuó siéndolo como papa. Cuando estaba al mando De la Iglesia bonaerense se produjo una sentencia de la Corte Suprema argentina que no consideró punible el aborto de una niña de 15 años que fue violada por su padrastro, incluso en ese caso Jorge Bergoglio se mostró durísimo con la sentencia diciendo que se legislaba a favor de la muerte. Su posición contra el aborto lo era en toda circunstancia, en caso de violación e incluso el aborto terapéutico al que comparó con la contratación de un sicario siendo ya papa. La mejor manera de recordar su legado es expresar también aquello que no supo o no quiso hacer, porque como hombre también era falible y olvidó a todas esas mujeres que mueren a miles en abortos clandestinos.
Pero no puedo cerrar este artículo sin narrar lo mejor que hizo y lo que lo define como ser humano. El papa Francisco llamó por teléfono durante 18 meses a sus fieles en Gaza en la parroquia de la Sagrada Familia todos los días a las 19:00 de la tarde siempre que la enfermedad no se lo impidió y hasta su muerte para darles ánimos. La última llamada la hizo horas antes de morir.