El viaje a Mauritania, Gambia y Senegal de Pedro Sánchez ha sido contradictorio en lo que respecta al mensaje que un gobierno de izquierdas tiene que transmitir sobre el tema migratorio. Pero, como es normal, pesarán más los errores por lo gruesos que los aciertos por lo tibios. Es una conclusión lógica deducir que si la derecha no saca beneficios de la estrategia de copiar el discurso y la retórica de la extrema derecha en la cuestión migratoria, no va a hacerlo la izquierda. Entre los conservadores tenemos multitud de ejemplos de fracasos estrepitosos entre quienes reforzaron el marco ultra con la intención de tapar las vías de agua, pero entre la socialdemocracia es sonado el desastre de Manuel Valls como primer ministro de Francia.
Pedro Sánchez tiene que aprender de Manuel Valls para saber qué no debe hacer, aunque por ahora parece emular lo peor que se le ocurrió. El mensaje del socialista francés era muy similar al que ha planteado el presidente español estos días en su gira africana. "Hay que integrar cuando se pueda integrar y hay que expulsar cuando se tiene que expulsar", decía Valls al ser preguntado sobre la cuestión migratoria. Cuando el que fuera miembro de Ciudadanos dando tumbos por Barcelona era ministro del Interior en Francia, hace más de una década, no tenía un discurso diferente al que pudiera tener hoy Xavier García Albiol, llegando a proponer deportaciones masivas de gitanos por considerarlos foco de delincuencia y mendicidad. No se quedó en solo palabras y expulsó a más de 5.000 gitanos, siendo famoso el caso de la niña kosovar de 15 años que fue detenida mientras realizaba una excursión y deportada a Kosovo junto al resto de su familia.
Las políticas más duras en tema migratorio han sido en Francia las promovidas por el que fuera miembro del Partido Socialista francés hace más de una década sin que eso haya logrado, ni de manera testimonial, parar el impulso de la extrema derecha, que sigue capitalizando en solitario cualquier rechazo a la inmigración. Esto sucede porque jamás nadie que tenga reparos con los inmigrantes o una pulsión racista va a votar a ningún socialdemócrata. ni aunque promueva la creación de campos de concentración para inmigrantes en medio del Sáhara. Nunca nadie que vea con simpatía las políticas de la extrema derecha sobre la cuestión migratoria va a dar su favor a alguien de izquierdas, convendría asumirlo rápido y no dar palos de ciego.
La socialdemocracia no puede conceder una mínima victoria aunque sea retórica y parcial al discurso ultra. Lo tiene que combatir y plantear sus propias medidas que además sean inasumibles para el marco reaccionario. Expresar de forma pública que los inmigrantes irregulares tienen que ser deportados a su país de origen aludiendo a la desincentivación de los viajes promovidos por las mafias es una asunción total del marco ultra con otras palabras. Ese mensaje copia el planteamiento de las deportaciones masivas, de la inmigración irregular, de unas mafias que actúan como un fantasma que nadie sabe concretar y del concepto "efecto llamada". El combo completo de la extrema derecha.
Estoy plenamente convencido de que las encuestas cualitativas que manejan en Moncloa les narran la preocupación creciente de los españoles sobre migración, también entre las filas socialistas, pero el camino a seguir no puede ser ni por un momento aparentar dureza contra la inmigración irregular. La vía de la izquierda siempre es diferenciarse de la derecha para mostrar soluciones humanistas y de justicia social.
La vía adecuada tiene que ver con el establecimiento de canales seguros, tanto de migración como de asilo, porque no hay nada que desincentive más un viaje mortal que el establecimiento de canales seguros para migrar. Así sí que se acaban esas supuestas mafias porque no hay tours de la muerte que organizar. El camino propositivo correcto iniciado por Pedro Sánchez se queda corto y es irreal. La inmigración circular no puede funcionar en países con tanta diferencia de nivel de vida, quien viene a España no va a querer volver y si llega, por la vía que sea, no va a volver.
El derecho a migrar es inalienable del ser humano y existe un derecho internacional que España y Europa tienen que cumplir sin plantearse si es adecuado, perjudicial o positivo para la economía cumplirlo. Es su deber y punto. Existen multitud de maneras de afrontar la cuestión migratoria desde planteamientos de izquierdas y algunos hemos intentado ser propositivos en esa línea, pero bajo ningún panorama es aceptable ceder terreno mínimamente a los marcos de la extrema derecha y plantear, siquiera como ejercicio discursivo, la necesidad de deportar a inmigrantes irregulares a su país es la peor manera de hacerlo.