Me cuesta intelectualizar sin insultar con desprecio a los catetos que tiran petardos sin considerar el daño que pueden provocar a personas de alta sensibilidad y mascotas. Así que es posible que no lo consiga en este artículo y solo pretenda sacar la rabia que me produce ver el sufrimiento que se provoca con esta práctica inefable, arcaica y estúpida.

Una generación de españoles, sobre todo hombres, ha sido educada en el hábito de molestar al resto para sentir placer. Una especie de sadismo incívico asociado a la educación patriarcal que tiene como expresión más absurda el lanzamiento de petardos, pirotecnia y resto de exaltaciones de la idiocia y la imbecilidad como método para mostrar su escaso nivel cognitivo y poderosa capacidad para enseñar que su único hobby es resultar molesto al resto. Pero no es solo convertirse en un demente de la pirotecnia, sino que se evidencia en las bromas que gastamos de niños y adolescentes, como tirar de la goma del sujetador, levantar la falda, tirar de la coleta, llamar al telefonillo y salir corriendo, tirar bombas fétidas y, de adultos, llenarlo todo de un bramido ensordecedor del que no es posible huir porque inunda todas las ciudades a cualquier hora. Un retraso evolutivo.

Rosario Villajos explica en su libro La Educación Física esa socialización del incordio de manera precisa y clarividente que habita en muchos que nos criamos en una educación patriarcal pero que se niegan a evolucionar. Nochevieja y las fiestas navideñas son el summum orgásmico de la masculinidad tóxica expresada en modo de pólvora, ruido y violencia simbólica contra todo aquel que los rodea. No existe mayor intrusión en la vida ajena, tolerada de manera social, que la intromisión explosiva que se produce estos días haciendo imposible vivir en paz, tranquilidad y sin sentir esa agresión constante y estruendosa.

El ruido por el ruido es la muestra más elevada de incivismo y nula capacidad para vivir en comunidad. No hablo solo porque tenga una pequeña mascota que adoro a la que tengo que medicar para que no acabe muerta por el pernicioso uso de explosiones provocados por dementes sociales, que también, sino por la incapacidad por comprender a quienes disfrutan perturbando la tranquilidad de quienes padecen de hiperacusia, de los menores con autismo, y de todas las mascotas de miles de españoles que sufren tremendamente con el ruido masivo que provocan.

Es difícil entender el placer que provoca hacer ruido por hacer ruido a no ser que pienses en esos seres como personajes con taras muy relevantes, solo así se puede comprender la vorágine de esmegma retenido propia de traumados que tienen la necesidad de mostrarnos a los demás sus carencias emocionales. Hay que pedir y exigir a nuestros dirigentes municipales que, en aras de la libertad, para que demuestren su incapacidad cerebral con profusión, se creen petardódromos en los que todos los que tienen ese retraso cívico puedan reunirse y compartir su hobby para que con suerte actúe la evolución natural dejando al resto de ciudadanos vivir en comunidad, sin ruido y sin esa caterva de homínidos acomplejados.

Me costaba intelectualizar a los que tiran petardos sin pensar en los demás, seguro que son los mismos que piensan que los impuestos son un robo y el feminismo ha ido demasiado lejos. El civismo es de izquierdas, aunque estoy seguro de que hay gente conservadora, liberal y de derechas que es capaz de respetar la convivencia del común, pero cada día tengo más claro que no se puede tener una ideología progresista y no saber convivir en comunidad respetando la diversidad y procurando respetar el bienestar de todos los que viven junto a ti. Si no eres buen vecino no puedes ser de izquierdas, así que no tires petardos y respétate un poco ya que no eres capaz de respetar al resto.