La memoria histórica sirve para poder argumentar que Felipe González y Alfonso Guerra siempre han sido coherentes con el hecho de que siempre era aceptable cambiar de ideas de manera radical y en poco tiempo para hacerse cada vez un poco más de derechas. Su evolución reaccionaria no es de hoy y comenzó en 1976. Para quien no tenga memoria siempre se puede acudir al trabajo de Juan Andrade en su magnífico libro "El PCE y el PSOE en (la) transición". Felipe González y Alfonso Guerra solo son dos hombres que no saben aceptar que el mundo ha cambiado y no les ha pedido permiso y que el PSOE ya no es esa forma (tan) derechizada que ellos construyeron y que, sin ser en la actualidad una organización socialista propiamente dicha, no está tan escorada como la organización que ellos reformaron para hacerla indistinguible de un partido de la democracia cristiana. A Felipe le gusta más Feijóo porque piensan lo mismo.
No ha habido en la historia del PSOE, Pedro Sánchez es solo un aficionado a su lado, nadie que haya virado ideológicamente más y de manera más rotunda, con más incoherencias con su propio discurso, que Felipe González, Alfonso Guerra y su PSOE. Un repaso rápido a la historia de sus decisiones y prácticas partiendo del acto en el Ateneo de Madrid puede servir para comprender por qué la izquierda de hoy tiene que hacer todo lo contrario a lo que plantean los viejos dinosaurios de un PSOE que con ellos nunca fue de izquierdas, ni siquiera, socialista.
José Barrionuevo aplaudía emocionado a Felipe González cuando decía con vehemencia que la Constitución no es militante y se puede defender cualquier idea pero sin saltarse la ley en la presentación del libro de Alfonso Guerra. Barrionuevo era ministro del Interior con los dos ponentes de la conferencia en el Ateneo y en julio de 1998 fue condenado por el Tribunal Supremo a diez años de prisión por el secuestro de Segundo Marey que llevó a cabo la organización terrorista de los GAL y además por malversación de caudales públicos. Sí, este señor aplaudía la importancia de no saltarse la ley al hablar de una amnistía.
José Barrionuevo es miembro del PSOE desde que el PSOE se convirtió en cualquier cosa menos un partido de izquierdas. El corrimiento a la derecha de UCD con Leopoldo Calvo Sotelo, imaginen cómo sería el sustrato ideológico de España en los años de la Transición cuando la UCD de Adolfo Suárez todavía podía virar a la derecha, posibilitó que el PSOE abandonara todos sus postulados de izquierdas para moverse al centro y ocupar un espacio en el que el centro era una derecha asimilable al ala dura que existe hoy en día en el PP de Feijóo. José Barrionuevo era miembro de Convergencia Socialista de Madrid, la organización a la que Felipe Gonzalez apoyó para controlar la federación socialista de Madrid que era una piedra en el zapato de la dirección por ser la más firme radical y opositora al abandono del marxismo por parte de Isidoro. Esa organización, que controló la más importante federación del PSOE en aquel momento, estaba formada por personajes como Joaquín Leguina o Emilio Lamo de Espinosa, uno es el que ahora hace campaña por Ayuso y el otro va declarando en los medios de derechas que es preferible a este gobierno un ejecutivo con PP y VOX. Sirva un poco para comprender cuál era la composición ideológica de la fuerza más influyente en el PSOE de Madrid en los años 80.
Esa conformación ideológica del PSOE se configuró en todos sus frentes y tuvo su máxima expresión en la bunkerización de la organización del XXIX Congreso que se celebró en Madrid del 21 al 24 de octubre de 1981. Felipe González y Alfonso Guerra, que ahora se quejan porquese les acusa de desleales por dar opiniones diferentes a las que emanan de la dirección de su partido, no permitieron ningún tipo de disensión en su momento. En ese Congreso, Felipe González construyó un partido que dejó en una broma las organizaciones verticales leninistas del momento y se basaba en el culto a la personalidad de Felipe González, un fortalecimiento absoluto del aparato con una disciplina interna soviética, además de dos elementos que vistos hoy y escuchando a los protagonistas, tienen mucha relevancia; se prohibieron las corrientes organizadas y se marginó cualquier tipo de disidencia. El movimiento tenía como objetivo presentarse ante la sociedad como un partido fuerte, con autoridad, que ocupara el puesto de UCD, y lo consiguió, también en lo ideológico.
El PSOE no solo dejó de ser marxista, sino que también dejó de ser socialista a pesar de las palabras de Felipe González y se convirtió en un partido utilitarista y pragmático que hacía y decía todo aquello que necesitara para lograr el poder o mantenerlo. El partido era solo una amalgama cohesionada con un líder y por el poder abandonando todos los principios fundacionales e ideológicos. Sirva de ejemplo cuáles fueran las conclusiones ideológicas del PSOE en el XXVII Congreso del PSOE, el primero celebrado en España y que ratificó a Felipe González como secretario general en 1976. Lean y pásmense, porque esto es lo que defendía en aquel momento, según José García Abad, el de la chaqueta de pana:
"Reafirma su carácter de partido de clase y por lo tanto de masas, marxista y democrático", se encamina "a la superación del modo de producción capitalista, mediante la toma del poder político y económico y la socialización de los medios de producción, distribución y cambio de la clase trabajadora" y rechaza "cualquier camino de acomodación al capitalismo o a su simple reforma"; denuncia la "opresión que sufren las nacionalidades y regiones", y propugna "el ejercicio libre del derecho de autodeterminación por la totalidad de las nacionalidades y regionalidades que compondrán, en pie de igualdad, el Estado federal que preconizamos" y asegura que "la constitución garantizará el derecho de autodeterminación"; reafirma su "vocación republicana", pero acepta la decisión del pueblo sobre la forma de Estado; apoya al Frente Polisario y al pueblo saharaui, condena al régimen despótico de Guinea Ecuatorial, y considera que "la justa solución del conflicto en el Oriente Medio consiste en el reconocimiento del derecho de los pueblos palestino e israelí a su identidad nacional y a su propia existencia independiente; denuncia la renovación de las bases militares de Estados Unidos y la superación de las discriminaciones de la mujer".
Cambiar de opinión es una cosa, pasar de estas decisiones a lo que hizo el PSOE de González y Guerra entra en otra dimensión. El viraje ideológico al que Felipe González sometió ideológicamente al partido se explica en tres hechos relevantes que ejemplifican la transformación total de un partido de izquierdas en un atrapalotodo que solo estaba interesado en gobernar aceptando absolutamente todos los principios contrarios a los ideales emanados de su primer Congreso en España. Ese PSOE aceptó el capitalismo como elemento prioritario de la economía adoptando el eufemismo de "economía social de mercado" tras abandonar el marxismo. Al respecto de este abandono cabe resaltar cuál fue la posición de Felipe González en 1976 y su discurso para defender la pervivencia del marxismo dentro del PSOE:
"Cuando nosotros decimos que somos un partido marxista, tenemos serias razones para decirlo. Pero entendemos que el marxismo no es un dogma, no es una religión, no es el fundamento político-ideológico de una secta de iluminados; es sobre todo una metodología para investigar la historia, permite situar la lucha en el presente, y no solo permite eso, sino algo que es mucho más ambicioso y mucho más importante, permite construir; conscientemente, la historia del porvenir que asuman las masas, y que sean, por consiguiente, esas masas las que pueda ofrecer una alternativa global, no sólo a una situación coyuntural, de dictadura, o de residuos dictatoriales, sino a una situación que no es coyuntural, sino estructural, que es la de la opresión típica de la sociedad capitalista".
Esto decía en 1976, en 1979 ya estaba diciendo que había que abandonar el marxismo y ser solo socialista. De poner en cuestión el sistema capitalista a abrazarlo y considerar que con el PSOE España era el país donde era más fácil enriquecerse, de renegar de la OTAN a ser el partido más atlantista y plegarse de manera absoluta al imperio. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de posición política y evolucionar hacia una ideología más reaccionaria, pero es difícilmente aceptable tolerar que aquellos que han cambiado de posición de manera tan rotunda y en tan poco tiempo en cuestiones estructurales e ideológicas tengan el cuajo de dar lecciones a quienes si se mueven, no lo hacen ni en una ínfima parte comparada con la historia de dos personajes tan nefastos para la cultura política de la izquierda. Felipe González y Alfonso Guerra siempre han sido dos quintacolumnistas del capital en la izquierda y ahora se ve todo mucho más claro.