En Banyoles hubo un tiempo en el que fue expuesto un negro disecado junto a animales viviseccionados. No sabían decir si era un bosquimano o un miembro de la etnia San, de hecho en el pueblo la mayoría desconocía que tenía un negro en una vitrina, con su hueso en la nariz, embetunado cada año porque perdía su color negro azabache, con su lanza y escudo. En Banyoles se dieron cuenta de que en el Museo Darder había un negro expuesto cuando Alphonse Arcelin, un abogado haitiano de Cambrils, lo vio en 1991 y entonces inició una campaña contra el racismo del museo en la que incluyó a la ONU, a Kofi Annan y a la Organización para la Unidad Africana para que se expatriara el cadáver a Botswana. El conflicto escaló a nivel internacional y la polémica exacerbó los ánimos de los habitantes del pueblo. Cuenta Juan Forn que los más radicales, un grupo ultraderechista, repartieron panfletos que decían: "Si se va el negro, que se vayan todos los negros".
En el año 1936 la columna Ascaso llegó a Barbastro desde Barcelona y desde la retaguardia se dedicó a depurar y ejecutar a la mayoría de los miembros del clero que se encontraban en la zona. No hubo piedad ni para los más altos representantes de la Iglesia torturando y ejecutando al entonces obispo de Barbastro, Florentino Asensio. La limpia que hicieron los milicianos anarquistas de la comunidad religiosa fue especialmente intensa en la región. El historiador local José María Azpiroz Pascual lo expresa así: La diócesis de Barbastro fue víctima de la "santa ira popular'. El 85% del clero incardinado, 119-123 curas párrocos de los 140 de la Diócesis -le seguía Lérida con el 66%-, fue la diócesis de España con la tasa de mortandad más elevada, pero además también fueron fusilados miembros de las órdenes religiosas masculinas: 51 claretianos, 18 benedictinos y 9 escolapios. En la muerte de los religiosos exclusivamente intervinieron los milicianos, ajenos a la comunidad vecinal. En el asesinato del obispo Florentino Asensio Barroso y de otros párrocos de Barbastro participaron vecinos de Barbastro. En la muerte de los párrocos de los municipios los Aguiluchos, unos treintena de jóvenes de la FAI de la comarca, que fueron a la caza del cura "como si de un trofeo cinegético se tratara".
En Aragón ha ocurrido con la ley de Memoria Histórica algo similar a lo que pasó en Banyoles con su negro. El PP y VOX no sabían que los mártires de Barbastro eran también víctimas para la izquierda, pero antes de que se lleven el negro que se vayan todos, nuestras víctimas y las suyas. El motivo principal para derogar una ley que incluye como víctimas a todas las personas inocentes asesinadas en la Guerra Civil y la Dictadura tiene como objetivo negar a los rojos la posibilidad de ser reconocidos como víctimas, igual que a los africanos la posibilidad de exigir que les devuelvan a su negro. Los rojos y los negros no tienen derecho a honrar a sus muertos porque por encima de todo late un supremacismo moral que niega a los humillados y vencidos la posibilidad de la reparación aunque sea simbólica. Sus víctimas murieron por ser mártires, las de los rojos eran merecidas. No quieren compartir la etiqueta de víctima y ese es el problema que late en el rencor de la reacción.
El PSOE en su ley de memoria democrática de Aragón incluía en el Capítulo 1 y el artículo 6h la consideración de víctima para todas aquellas persecuciones que sufrieron violencia o persecución por motivos religiosos. Es decir, considera víctimas al obispo de Barbastro y los 51 seminaristas claretianos asesinados por la Columna Ascaso. Esto lo escribe un sindicado de la CNT, que por encima de todo no niega la historia. Ese reconocimiento incluido en la ley dejará de existir. Porqueesa es la ley que van a derogar el PP y VOX. Para la derecha no es necesario que la izquierda reconozca a las únicas víctimas que han honrado, porque el verdadero problema es que reconozca también a las mujeres republicanas violadas, a los niños y niñas robados, o a los guerrilleros y maquis que lucharon por la democracia. La derecha no tolera que el dolor de los otros sea reparado.
Es difícil entender que la extrema derecha y el PP de Feijóo quieran tumbar una ley que reconoce como víctima a los religiosas asesinados en la retaguardia republicana solo si no se conoce la historia de la derecha española. Los mártires de la Guerra Civil, como los llama la Iglesia que sigue sin reconocer su papel criminal en la guerra y en la dictadura, ya han sido reconocidos, honrados y reconocidos durante el franquismo, se les ha hecho justicia y se persiguió a quien cometió los crímenes. No necesitan que una ley de los infieles republicanos, de los rojos, reconozca lo que ellas ya han honrado porque por encima de todo lo que no toleran es que se pueda reconocer como víctima en igual de condiciones a las víctimas republicanos porque para ellos son los culpables, porque no pueden poner en igualdad de condiciones a los fascistas con los demócratas porque entonces sería reconocer la impureza de su cruzada, de su guerra santa.
El problema de la izquierda que busca contemporizar con la derecha en temas de memoria es que no comprende que la reacción nunca, jamás, hará nada por revertir el daño causado porque cree que el golpe estaba justificado, que la depuración de los rojos y los republicanos era necesaria para la reconstrucción de su idea de país y que los fascistas golpistas fueron libertadores que lograron salvar España del comunismo. Por eso sus fieles más militantes cantan el "Cara el sol" en las Jornadas Mundial de la Juventud en Lisboa sin que nadie dentro de la institución repudie esta actuación. No se puede pactar la memoria en tierra de conejos y país de madrigueras.