En la política española hay una serie de máximas que todos deberíamos tener en cuenta antes de fijar cualquier posición o análisis sobre Venezuela. El país de Latinoamérica importa en España solo por intentar hacer daño a la izquierda española, primero ocurrió con Podemos y ahora con el PSOE. No hay nada que la izquierda en España pueda hacer al respecto de Venezuela que cese la campaña propagandística de la derecha contra la izquierda. En política internacional los derechos humanos y la democracia nunca son los valores principales de actuación e importa más la instrumentalización y los intereses económicos y políticos. Venezuela importa por el petróleo a Repsol y por el daño que se pueda hacer al Gobierno.

Teniendo como premisa estos axiomas es preceptivo entender que la posición de la izquierda al respecto de Venezuela tiene que alejarse de los marcos impuestos por los medios y la derecha para fijar su propia posición centrándose en la hipocresía habitual de la política internacional sin aceptar una sola lección sobre democracia y derechos humanos de quienes solo usan la carta de Venezuela con intereses espurios. Al respecto de Venezuela es imperativo una izquierda internacional no alineada. Nicolás Maduro no es Hugo Chávez y estas últimas elecciones y la respuesta del Gobierno venezolano al negarse a publicar unas actas que pidieron hasta los observadores internacionales autorizados hacen necesario marcar una distancia inequívoca. En el año 2024 hay que comprender que una izquierda que sí piense en los derechos humanos y la democracia tiene que fijar una posición crítica con Nicolás Maduro al igual que hace con la Nicaragua de Daniel Ortega y denunciar a su vez con firmeza a una oposición ultra y golpista que pertenece a la internacional ultra y que tiene que ser combatida con la misma convicción que a Javier Milei, José Antonio Kast, Donald Trump o Giorgia Meloni. La líder de la oposición Venezolana, María Corina Machado, es una de las líderes en latinoamérica que forma parte de esa alianza ultra que se reunió en Buenos Aires en el Foro de Madrid, impulsado por Vox, que firmó una declaración en la que decían de forma expresa que combatirán a Pedro Sánchez, Lula o Gabriel Boric, entre otros, por tener vínculos con el crimen organizado y querer destruir sus democracias.

Alguien en el Gobierno de España tiene que explicarnos cómo es posible que dé apoyo político y asilo a una oposición que afirma que Pedro Sánchez tiene vínculos con el crimen organizado y quiere destruir nuestra democracia mientras se reúne en foros internacionales para trabajar por derrocar al presidente legítimo de España. La diáspora política venezolana organizada en Madrid es una punta de lanza contra cualquier gobierno de izquierdas y forma parte de la misma campaña nacional que declara ilegítimo a Pedro Sánchez. La oposición venezolana que está en Madrid es funcional a los intereses del PP y VOX contra este Gobierno y participa activamente para lograr su final y cualquier acción de Pedro Sánchez para favorecer el fortalecimiento de esa colonia política es un refuerzo de un adversario que en España ya ha demostrado sus filias golpistas.

La posición de la oligarquía con presencia en la opinión pública y publicada en España al respecto de Venezuela no tiene base en el respecto irrestricto a los derechos humanos y la democracia, porque si fuera así la actuación en el pasado hubiera sido diferente. En el año 2002 se produjo un golpe de Estado contra Hugo Chávez que en España se celebró. No importaba que entonces las elecciones hubieran sido limpias, ni que Chávez fuera un presidente elegido democráticamente, en ese momento lo único que primaba era lo mismo que ahora: alejar del poder una ideología que en España se consideraba contraria a los intereses económicos de las grandes corporaciones españolas. En el año 2002 el diario El País publicó un editorial que tituló Golpe a un caudillo en el que defendía la imposición por parte de los militares del jefe de la patronal Pedro Carmona como presidente de Venezuela sustituyendo al elegido democráticamente. Un golpe en el que participó Maria Corina Machado, la actual líder de la oposición en Venezuela. En ese momento no importaba la democracia, ni hubo sospechas de fraude electoral, simplemente era necesario quitar, aunque fuera por la fuerza, a quien no gustaba. El editorial de El País de 2022 llamaba la atención por una frase en especial: "En Venezuela el ejército sigue siendo el árbitro de última instancia. A la luz de los hechos, hay que elogiar al menos la decisión de la cúpula militar de ceder el poder a un civil, aunque resulte singular que el elegido sea el presidente de la patronal".

La posición de la derecha siempre ha sido interesada y ha quedado nuevamente en evidencia con el asilo político otorgado por España a Edmundo González Urrutia por seguir haciendo campaña contra el Gobierno después de hacer justamente lo que Ayuso pidió hace unos días. Las declaraciones de Esteban González Pons calificando al líder opositor prácticamente como vendido por haber aceptado el asilo del Gobierno de España dejan en evidencia que para el PP Venezuela es solo un territorio colonial con el que golpear a Pedro Sánchez. La crítica a la hipocresía de nuestro país en la política de asilo no tiene que ser demasiada elaborado y despacharse en una frase. En medio de la mayor crisis humanitaria del siglo en Gaza, con una campaña genocida contra el pueblo palestino, España sigue manteniendo la necesidad del Visado de Tránsito Aeroportuario (ATV) para evitar que los palestinos, si llegan a un aeropuerto español, puedan pedir asilo a la vez que fleta aviones de la armada para traerse a un opositor venezolano. No hace falta preguntarse si Pedro Sánchez se ha preocupado por la salud y la vida de los opositores chinos en peligro en su reciente visita a Xi Jinping o si la derecha española está más interesada en no perturbar las exportaciones de porcino hacia el gigante chino sin exigirle al Gobierno que denuncie las violaciones de derechos humanos en el país oriental. Venezuela es solo el patio trasero de la reacción española, a nadie le importa.