Negar la contribución de la actividad humana al cambio climático es tan anticientífico como afirmar con rotundidad que cualquier fenómeno meteorológico adverso, raro o extremo ha sido causado por el cambio climático sin tener todavía evidencias suficientes ni robustas.

Estamos inmersos en un cambio climático, lo que obviamente influye en cualquier fenómeno meteorológico. Sin embargo, hay que analizar cada fenómeno por separado para saber cómo y cuánto han influido las actuales condiciones ambientales. Estos análisis se conocen como estudios de atribución. En algunos casos la influencia del cambio climático es fuerte y clara, pero hay otros casos en los que la incertidumbre es mayor. Por eso hay que ser prudentes con la información que se transmite, porque todos los estudios de atribución tienen sus limitaciones –algo que siempre se menciona en los propios estudios– bien por lo específico del fenómeno analizado y que éste no se pueda comparar con otras situaciones meteorológicas similares del pasado, bien por falta de datos, bien por el margen de error de las medidas, bien por la limitación de las propias herramientas de modelización y cálculo, etc. La falta de situaciones meteorológicas históricas comparables a la DANA de este año ha provocado que los estudios de atribución hayan sido especialmente complicados.

Recientemente se han publicado dos estudios de atribución relevantes, cuyos resultados son coherentes entre sí: el estudio de World Weather Attribution y el estudio de ClimaMeter. Aunque ambos estudios reconocen sus limitaciones debidas a la excepcionalidad de este fenómeno, apuntan a que su severidad solo se puede explicar teniendo en cuenta el calentamiento global provocado por la actividad humana, es decir, por una de las características más notables del cambio climático. Según los datos de estos estudios, las precipitaciones han sido un 12% más intensas y el doble de probables que las registradas durante otras DANA promedio.

Según estos estudios, la DANA habría sucedido igualmente aunque no existiese el cambio climático, pero habría sido menos intensa y, por tanto, menos destructiva. Es importante recalcar esto, que la respuesta que los científicos podemos ofrecer con respecto a la influencia del cambio climático en esta clase de eventos meteorológicos adversos está cargada de grises, de matices, de resultados sujetos a la tozuda probabilidad. Los científicos estamos acostumbrados a lidiar con la incertidumbre y estamos moralmente obligados a ser honestos con las limitaciones del conocimiento, algo que a muchas personas les puede resultar frustrante, sobre todo en estos tiempos de polarización en los que la mesura es una virtud infrecuente.

La DANA de este año ha sido excepcional en muchos sentidos: por el cambio en la dinámica atmosférica del Ártico, por la temperatura del mar que la ha potenciado, y también por las características del terreno que han amplificado el desastre. Todos los años hay DANA, pero ninguna con una capacidad destructora como esta. No todo ha sido consecuencia del cambio climático, pero sí se puede afirmar que el cambio climático ha influido notablemente de dos maneras diferentes: agravando el fenómeno en sí y, la más importante, ha puesto de manifiesto la falta de medidas de adaptación al cambio climático. El problema no ha sido desoír a los científicos horas antes del desastre, sino habernos desoído durante años.

Por culpa del cambio climático los fenómenos meteorológicos adversos van a ser cada vez más frecuentes y vigorosos. Para sobrevivir a ellos es imperativo adaptarse. A escala global, tomando medidas de mitigación, y a escala de país, mediante la ordenación del territorio. Además, estas medidas deben garantizar la continuidad del bienestar socioeconómico, así que no es una tarea fácil, pero es inaplazable. El negacionismo es un obstáculo más para la toma responsable de decisiones. Tanto quienes niegan el cambio climático, como quienes le achacan cualquier fenómeno meteorológico, participan del declive de la verdad. No es posible tomar medidas acertadas si las ideas en las que se fundamentan son falsas. Por eso, aunque la incertidumbre propia de las ciencias medioambientales resulte molesta para algunos, la ciencia seguirá siendo la pared maestra que podrá mantener en pie nuestros hogares.