Elecciones municipales, autonómicas y europeas. El PSOE sigue la buena racha, pero con borrones como el de Madrid, donde la campaña y los candidatos no han entusiasmado. Podemos y derivados continúan su desgaste, lastrados por sus luchas internas y su irresponsable división. Un PP que llegaba con extrema debilidad volverá a agarrarse a la extrema derecha como tabla de salvación. Ciudadanos otra vez no supera al Partido Popular y puede acabar sumando con Vox y con el PP, mientras Rivera dice ser de centro y regenerador con la corrupción.
Este es uno de los balances que pueden hacerse del 26M. Alguno se iría a dormir anoche antes de tiempo y hoy se tomará a broma datos como que en Madrid ha ganado la suma de los partidos que hablaban de "feministas feas", la "zoofilia en los colegios", el "fetichismo de pies", los "atascos como seña de identidad", las ayudas al "concebido no nacido" y el poster de Lenin con "flotador naranja". Igual alguno también se durmió en los laureles y ha visto como Díaz Ayuso puede sumar más que Ángel Gabilondo y Almeida más que Carmena.
Partido a partido, si arrancamos por el PSOE, vemos que suma más poder, pero este 26M reparte más el mapa electoral. Da un pequeño toque de humildad. Los socialistas no gobernarán en feudos importantes como Madrid, que se suma a Andalucía, Cataluña, País Vasco o Galicia. Castilla y León o Aragón, aun con victoria del PSOE, serán difíciles, si dependen de Ciudadanos. Los socialistas sí gobernarán enclaves tradicionales como Castilla-La Mancha, Extremadura, Asturias, Baleares...
El éxito de Pedro Sánchez fue contundente en las elecciones generales. Más aún para un candidato al que dieron por muerto para siempre. Triunfó por relato, por movilización y por focalizar un rival claro con el peligro de la derecha y la extrema derecha. Eso ha faltado esta vez en feudos como Madrid. Hubo debates donde los candidatos de la izquierda permitieron que se hablara más de okupas que de los casos de corrupción en el PP madrileño, que lastraron las arcas públicas. Se ha echado en falta durante meses que los aspirantes se dejaran ver mucho más y, cuando lo hicieron, que fuera con algo más de contundencia.
También es cierto que Sánchez tiene más posibles aliados a nivel nacional que autonómico o local. Podemos, las confluencias y las plataformas municipales derivadas vivieron su momento dulce y no han dejado de caer. Entusiasmaron en ayuntamientos como Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña… Fue otro tiempo. La ruptura entre "pablistas" y "errejonistas" fue la antesala de una fractura que se ha ido extendiendo a más ámbitos y que da una buena medida de un "ombliguismo" que no está a la altura de los millones de electores que les otorgaron su confianza.
"No digamos 'Madrid en pie', mejor 'Madrid, tiro en el pie', porque ha sido nefasto", me comentaba anoche un miembro de la candidatura de Manuela Carmena, bromeando con alguna de las escisiones de lo que, en otro tiempo, se agrupaba en la órbita de Podemos y que ahora es lucha de egos, cainismo y división. Más allá de la relevancia del número de votos que haya podido restar cada una de las candidaturas, lo cierto es que sus luchas internas no motivan al personal. Verles tirarse los platos rotos anoche en las redes sociales no es el mejor camino.
Con ese panorama, hasta el PP parecía el partido del momento. Quién iba a decirle a la gaviota que su porvenir estaría un día en manos de Pablo Casado, Díaz Ayuso, Almeida o Moreno Bonilla. El Partido Popular sigue teniendo 66 escaños en el Congreso, menos de la mitad de lo que dejó Rajoy, pero para Casado hoy parecen 666. "¡Diablos!", debe de pensar el líder del PP, si con la victoria de Madrid vamos tirando, se agarra a la extrema derecha de Vox como a un clavo ardiendo y a lo que sume Ciudadanos. Ya dicen que lo que no mata, engorda.
Albert Rivera lo apostó todo a superar al PP, pero sigue sin hacerlo. Ciudadanos sí es decisivo para formar varios gobiernos. Ahora bien, en autonomías como Madrid y Castilla y León Rivera deberá explicar cómo el partido naranja, que hace bandera de la regeneración, permite que siga en el poder el Partido Popular de dos de las regiones con más casos de corrupción. Tampoco es buena credencial para Ciudadanos si sigue permitiendo, directa o indirectamente, que la extrema derecha de Vox continúe tocando poder en varias instituciones.
En definitiva, ahora es tiempo de trabajo, de pactos y de políticas para la ciudadanía. Frente a los partidos que amenazan con cerrar medios de comunicación, que atacan a las mujeres, a los homosexuales o a los inmigrantes, el deber del resto es hacer políticas que incluyan y no excluyan. Que avancen y no retrocedan. En eso debe estar Sánchez a la hora de abordar la formación de un nuevo gobierno de España y en eso, esperemos, deben estar los partidos que gobiernen los ayuntamientos, las comunidades y el Parlamento Europeo. Lo contrario será eso: un tiro en el pie.