No es nada nuevo decir que una alimentación sana y bien planteada, aparte de influir en nuestro estado de salud ahora y mañana, también está relacionado con una vida más larga y de calidad. De hecho, mientras los avances médicos se han centrado en hacernos vivir más años (aunque también con mayor calidad de vida), en lo que se refiere a vivir bien esos años extra, es la nutrición y el deporte de las cosas que más peso tienen.
Alargar la vida y la calidad de esta son motivos frecuentes de las investigaciones en nutrición, buscando respuestas concretas a qué debemos comer y qué debemos hacer de forma específica para conseguirlo. Y en esta línea de investigación se han puesto bajo la lupa de los profesionales todas las formas de alimentación que hay en el planeta: desde nuestra dieta mediterránea, pasando por la dieta japonesa, la noruega, hasta otras que no están basadas en una región del planeta como la vegana o la dieta cetogénica rica en grasas y baja en hidratos de carbono.
En relación con esto un grupo de investigadores de la Universidad del Sur de California en Estados Unidos ha revisado y examinado todas las investigaciones y estudios que hay sobre este tema de una forma muy amplia. Desde los estudios en animales de laboratorio, hasta investigaciones en población humana, como forma de obtener una visión más clara de qué tipo de alimentación es la que puede prometer una vida más larga y saludable.
En este trabajo han estudiado diferentes puntos de las dietas: desde su composición en alimentos, la ingesta de calorías o la duración y la frecuencia de los ayunos dentro de la misma, y exploraron su relación con los genes y la longevidad. De forma que se pudiera concluir una recomendación nutricional sólida para futuras investigaciones.
En este trabajo se han revisado cientos de estudios sobre nutrición, enfermedades y longevidad y el análisis incluyó, entre otras, dietas tan conocidas como la de restricción de calorías, la cetogénica, las vegetarianas y veganas, así como la mediterránea, como no podía ser de otra forma, pasando por las dietas que se basan en el ayuno, tanto de corta duración, como el ayuno intermitente.
¿Qué han encontrado los investigadores? Pues parece que la dieta de la longevidad tiene una serie de presuntas características que son clave: las que más influyen en vivir más años se basan en una ingesta de hidratos de carbono entre moderada y alta (en contra de lo que promulga la dieta cetogénica), eso sí, de fuentes integrales y no refinadas, baja en proteínas pero en cantidad suficiente, y fundamentalmente de fuentes vegetales (en contra de las populares “dietas de gimnasio”) y suficientes en grasas de origen vegetal para que proporcione alrededor del 30 por ciento de las necesidades energéticas diarias.
En cuanto a cómo habría que comer, los datos de esta investigación parece que apuntan a que lo ideal es hacer todas las comidas del día en un período ventana de 11-12 horas seguidas del día, permitiendo un ayuno diario de otras 12 horas (contando con las horas de sueño). Además, también parece que un ciclo de 5 días de una dieta de ayuno o que imite el ayuno cada 3 o 4 meses podría (subrayo, podría) ayudar a reducir la resistencia a la insulina y prevenir la diabetes, mejorar la presión arterial y reducir factores de riesgo de enfermedades asociadas a la dieta.
De forma resumida, el mismo autor señala que la dieta para la longevidad podría basarse en “muchas legumbres, cereales integrales y verduras, algo de pescado, nada de carne roja o procesada y muy poca carne blanca; poco azúcar y cereales refinados; buenos niveles de frutos secos y aceite de oliva virgen extra, y algo de chocolate negro”.
¿Podemos decir que hemos dado con la clave de la eterna juventud? Aún no, pero parece que esta investigación viene a corroborar lo que ya sabíamos (no creo que te sorprenda la conclusión del autor). Pero seguir investigándolo aumenta la credibilidad y peso científico de la recomendación. Y cuanto más demostrado esté, más tenemos que luchar para que la población cambie sus hábitos.