No podemos caer en romantizar la desgracia de Valencia y yo misma lo he hecho. Todas nos hemos emocionado hasta el llanto sin consuelo viendo a las miles de personas cruzar el puente de Valencia para ayudar en lo que podían a las familias afectadas. Todas nos hemos echado las manos a la cabeza viendo cómo lo han perdido todo, viviendo en la distancia sus testimonios, su impotencia y su dolor. Todas hemos sentido la frustración de ver que la respuesta institucional llegaba tarde y mal. Hemos hecho su dolor tan nuestro que a muchas personas nos ha generado un desasosiego difícil de gestionar. Pero yo, personalmente, no he dejado que la rabia me invadiera porque no me llevaba a ningún lugar, apareció arrasando y desapareció para no sufrir más porque lo único que me alivia en estos momentos es poder ayudar, apoyando a los voluntarios y voluntarias de mi ciudad, dando voz a testimonios como Libertat, una Malamadre valenciana a la que abracé hace apenas dos semanas o activando una campaña solidaria para recaudar fondos.

Pese a que ayudar me alivie y me haga sentir mejor ante esta desgracia sin parangón, no podemos caer en romantizar y en alzar el cántico "el poble salva al poble" porque también estamos asistiendo a la falta de organización, de logística de todo lo que se ha donado. Pabellones atestados, naves en cada rincón de España hasta arriba, sin saber muy bien cómo llegará y cuándo toda esa ayuda a la zona cero. Tenemos que exigir responsabilidades y una organización oficial a la altura de esta desgracia, a la altura de los ciudadanos y ciudadanas que pagamos nuestros impuestos y que sostenemos un Estado del bienestar que nos tiene que proteger.

Ya me llegan los primeros testimonios de madres que están siendo presionadas para volver a sus trabajos cuando lo han perdido todo y cuando "supuestamente" esperamos el apoyo de las empresas, cuando se ha activado un paquete de medidas urgentes para proteger a las personas que no pueden hoy, ni mañana, ni pasado, volver a sus puestos de trabajo porque tienen que limpiar lodo, porque tienen que apoyar familiares, llorar las pérdidas o simplemente recomponerse de lo ocurrido.

Cada mañana hablo con Libertad, mi Malamadre valenciana, madre soltera con dos hijos que ha perdido TODO. Su coche, su casa, su vida. Ese lugar seguro, que tanto tiempo le ha costado construir. Lloraba, y yo con ella, viendo llegar al camión que se llevaba su vida. Lloraba, pero me decía: "Yo no renuncio a reconstruir mi vida por mí y por mis hijos". Pero ella SOLA no puede, no podrá. Nos necesita.

Las casas están mojadas, las casas necesitan profesionales para poder ser de nuevo habitadas. Y para que eso llegue, se necesita a las administraciones y ayudas directas, se necesita el apoyo de toda una sociedad. ¿Cómo va a pagar la hipoteca si no puede ir a trabajar? ¿Cómo va a reconstruir su vida si tiene que pagar la cuota de autónomas de un negocio que ha desaparecido? Se necesita de un compromiso político para que esas familias no se hundan en el desamparo o queden olvidadas.

Así que no, el pueblo solo NO puede salvar al pueblo. Necesitamos unas administraciones que funcionen y se comprometan, unas instituciones que sepan dar respuesta, unos recursos que se distribuyan rápido y una sociedad al completo velando y defendiendo los derechos de todas las familias valencianas arrasadas por la dichosa DANA.

Valencia, no te vamos a olvidar.