No es tan complicado. Prueben a hacerlo. Ensáyenlo. Cuando a alguien le golpea una tragedia basta con intentar acompañar en el dolor, un dolor que nunca seremos capaces de imaginar. Es suficiente con escribir o pronunciar unas palabras de solidaridad y de empatía. Nada más. A ser posible, unas palabras que no tengan matices, en las que no haya un solo "sí, pero", unas palabras unívocas, de las que sólo se pueda interpretar solidaridad y empatía.
Hay pocas tragedias comparables a la sufrida porel hombre que hace unos días perdió a su hija, asesinada por su propia madre en Gijón tras años de conflictos entre la pareja, justo cuando él había ganado en los tribunales la custodia de la pequeña. En esa lucha hubo denuncias de la madre, órdenes de alejamiento y hasta una condena por violencia de género contra el hombre por zarandear a la mujer, una sentencia ratificada y de cuya lectura –antes de hablar o de escribir, lean los fallos completos, por favor– se extrae que la madre de la niña había convertido en hábito las denuncias, por poca base que tuvieran. Esto no quita ni un ápice de gravedad a la conducta del padre, como la condena por malos tratos no se convierte en atenuante a la hora de calificar el execrable crimen cometido por la madre. Por eso es tan importante acompañar en el dolor. Solo eso. Sin querer etiquetar, sin pretender hacer bandera o sacar rédito político de una tragedia como este asesinato.
Y eso es lo que, una vez más, han hecho políticos de uno y otro bando y esa nueva clase de profesionales de la información, los periodistas militantes, esa gente que llegó al oficio para intentar que el mundo se parezca más al que ellos desearían: más feminista, más machista, más verde, más fascista, más rojo, más del Real Madrid, más del Betis… Voy a recordar unas palabras del difunto y añorado Miguel Ángel Bastenier que deberían estar grabadas en todas las redacciones del mundo: "No se puede ser periodista y militante. Si lo intentas, serás un mal periodista y un mal militante". O las de Paco Cercadillo, un maestro al que conocí siendo yo niño en el diario Pueblo: "Eres un periodista. Si quieres dar tu opinión, cómprate un periódico y escribe editoriales".
La inmensa mayoría de las personas y de las cosas que ocurren están llenas de matices y de grises, cuesta que se adapten a una visión bicolor del mundo y a las etiquetas que nos empeñamos en colocar. Quizás, el asesinato de una niña de seis años a manos de su madre es de las pocas cosas que no tiene matices: es un crimen horrendo y a quien lo ha padecido sólo hay que acompañarlo en el dolor. Ni utilizarlo ni ponerle peros.