Ceuta es un lugar extremadamente sensible. Su ubicación geográfica y la composición de su población hacen de la ciudad autónoma un sitio en el que todas las instituciones tienen que manejarse con una caja de herramientas que mezcle a partes iguales el tacto con la firmeza. La Policía y la Guardia Civil lo saben hace tiempo y por eso sus plantillas tienen más presente que nadie aquello de la mano de hierro en guante de seda.
En Ceuta hay lugares como El Príncipe, un barrio que tiene todo para convertirse en una no go zone, pero donde el Estado de Derecho comparece periódicamente para recordar a sus vecinos que entre sus enrevesadas calles y construcciones no hay oasis de impunidad. Buena prueba de ello es la Operación Plomo de la Policía Nacional, que retiró de la circulación a más de sesenta hampones de todas las escalas, de los que la mitad siguen en prisión. La operación tuvo una incidencia instantánea en las estadísticas: la delincuencia descendió un veinte por ciento. Mano de hierro.
El crimen de Mohamed Abdesalam un niño de ocho años asesinado en la barriada de Loma Colmenar, exigía guante de seda. Desde las primeras horas, había un runrún que salía de las modestas viviendas de la zona y se extendía por toda Ceuta que aseguraba que el crimen quedaría impune porque Mohamed pertenecía a una familia musulmana poco favorecida, de las muchas que en la ciudad autónoma subsisten gracias a las ayudas públicas.
Nada más lejos de la realidad. Desde el 18 de diciembre, fecha del crimen, los agentes de la Jefatura Superior de Policía de Ceuta, en especial los de la UDEV, trabajaron sin descanso durante un mes en la Operación Loma, la caza del asesino de Mohamed. Apenas pasaron tiempo con sus familias durante las navidades y suspendieron sus vacaciones. Mientras unos investigadores se dejaban los ojos analizando más de seiscientas horas de grabaciones, otros mantenían intactos los puentes con la comunidad musulmana y con la familia del pequeño para que en ningún momento temiesen que el crimen de Mohamed iba a quedar impune.
La caza acabó en treinta días. Cristian, un hombre de treinta y cuatro años del cercano barrio de Los Rosales fue enviado a prisión veinticuatro horas después de ser detenido gracias a un detalladísimo atestado policial que recogía una minuciosa investigación que demolía la presunción de inocencia del detenido. Casi al mismo tiempo que Cristian iba camino de la cárcel, los padres de Mohamed eran recibidos por el jefe superior de Ceuta para comunicarles que el asesino de su hijo ya estaba entre rejas. Guante de seda.