Con la muerte de Fernando Sánchez Dragó perdí el último lazo que me unía a los tiempos aquellos en los que publiqué mi primera novela. Fue el autor que más me ayudó en mi carrera literaria; la persona que ejerció de comadrona en el parto de muchas de mis novelas, siempre abriéndome puertas, siempre regalándome aplausos y flores a manos llenas; siempre cercano. No ha habido autor que me haya tratado con más cariño que él. Por todo ello no puedo dejar que pase el año sin tener unas palabras de recuerdo.
Nos conocimos en un plató de Negro sobre Blanco, su programa de televisión. Fue gracias a su mujer, Beatriz Salama, que nos puso en contacto. Recuerdo que le llevé los dos volúmenes, atados con gomas, de su Gárgoris y Habidis, la obra que me cambió la vida. Así se lo hice saber; le conté que, gracias a su lectura, tomé conciencia del mundo invisible que subyace bajo nuestras geografías y que, siguiendo su latido, me hice beatnik, dedicándome a viajar haciendo auto-stop, recorriendo las rutas marcadas en su libro; descubriendo la huella jonda que pisaron los gigantes de nuestra España mágica.
Ahora que lo pienso, yo era un beatnik peculiar que, en vez de leer a Kerouac, se lo hacía con el Dragó. Conservo aún, como oro en paño, la edición aquella de Argos Vergara que me dedicó cuando nos conocimos. A veces me da por volver a recordar y abro alguna de sus páginas al buen tuntún, y me veo entre la niebla de una Galicia envuelta en el misterio de sus noches, peregrinando en busca del Santo Grial, traspasando las fronteras del fin del mundo para volver al sur donde muge el ganado de Gerion a la espera de ser robado por el bueno de Hércules.
Nos hicimos amigos de seguido, y no había proyecto que tuviese entre manos que no contase conmigo. Una de las últimas veces que hablamos fue con motivo de la moción de censura que Vox presentó contra el gobierno de Pedro Sánchez, pues Dragó fue el ideológo y su amigo Ramón Tamames fue el encargado de presentar dicha moción en el Congreso. La cosa fue un delirio; un acto dadaísta a la española que fortaleció más a Pedro Sánchez.
Yo se lo advertí días antes. Asombrado como estaba por su incursión en la política institucional, le di la chapa por posicionarse con Abascal. También le expliqué que la fuerza de Vox era invento del PSOE con un doble objetivo; primero, debilitar al PP, partido con el que el PSOE se disputa el centro-derecha y, luego, y de más importancia todavía, hacer creer a los votantes que el PSOE es un partido de izquierdas, ya que, la derecha es otra cosa más arcaica, más caduca y rancia, es decir todo lo representado por Vox. Con esto, señalando el extremo, el PSOE se posicionaba más aún en el centro-derecha.
Dragó me escuchó en silencio y luego me dijo que ya, que sí, que tal, pero que necesitaba divertirse. "Ad praesens ova cras pullis sunt meliora, Monterito" me soltó de carrerilla. Ahora que lo pienso, presentía su final y por eso me soltó la cita en latín donde los huevos de hoy tienen más valor que los polluelos de mañana. Necesitaba divertirse y al poder ser de inmediato.
Créanme, daba gusto discutir con él. La pasada primavera se murió este hombre siempre dispuesto a la polémica, un barroco de nuestras letras y un buen amigo para mí. Hoy toca recordarlo antes de despedir el año. Lo hago con este obituario tardío donde el hilo de la memoria se enreda entre los caminos que un día pisé con su ayuda.