Una de las ventajas del binomio congelado-microondas es que los alimentos se pueden congelar, calentar y hasta comer en el mismo recipiente (esto último solo suele ocurrir si estamos fuera de casa, porque en casa es de ser muy dejado comer en un táper por no sacar un plato y servir la comida en él).
Esto significa que antes de meter un alimento en el primer recipiente que aparezca en el armario tenemos que pararnos a pensar cómo se va a comer para no tener que andar peleando con un bloque de comida congelada de la que solo queremos una porción. O para no llenar el congelador con un montón de raciones individuales si vais a comer juntos toda la familia.
Las reglas para elegir el recipiente se resumen en estas tres:
- Adecuar el tamaño de la ración a los comensales. Imaginemos que hemos hecho un puchero grande de lentejas. Podemos pasarlo a un recipiente y congelarlo todo de una vez o hacerlo por raciones. Lo primero tendrá su lógica si, por ejemplo, queremos reservar las lentejas para la comida familiar del domingo. Por el contrario, si vamos a irlas sirviendo por raciones, habrá que pensar cuántos comensales habrá en cada momento para elegir así el recipiente más adecuado.
El ejemplo de las lentejas vale para el resto de alimentos. ¿Vas a comerlas tú solo? Porción individual. ¿Será para dos personas? Porción para dos. Y así sucesivamente.
- Elegir el tamaño del recipiente acorde a los comensales. Parece lo mismo, pero no lo es. Pongamos que tienes pensado servir esa comida para dos personas, por ejemplo, que las lentejas sean la comida del sábado de tus dos hijos. Puedes meterlas en dos táperes pequeños, pero en términos de tiempo en la cocina es mucho más cómodo meterlo todo en un solo recipiente, aunque sea más grande. No solo porque se almacena mejor, sino porque a la hora de calentar para servir, acabas antes. Piensa que a veces dos táperes pequeños no caben dentro del microondas, mientras que uno solo, aunque sea de mayor tamaño, sí. Puede parecer nimio, pero cuando tienes a dos niños peleando porque quieren empezar a comer ya mismo, esos minutos de diferencia entre calentar solo un recipiente o dos de forma sucesiva pueden ser vitales.
- ¿Para casa o para la oficina? Si es para casa una forma de aprovechar al máximo el espacio son las bolsas zip. A mí me encantan, por ejemplo, para congelar la salsa boloñesa en porciones individuales. Incluso para unos muslos de pollo en salsa. ¿Que llegas un día con hambre y sin ganas de cocinar? Te haces un poco de pasta (o la descongelas, según si te gusta al dente o te da igual que esté algo más blanda), descongelas la salsa y en un periquete tienes la comida lista. O abres la bolsa con los dos muslos, los pones en un plato, calientas y en lo que pones la mesa, tienes la comida lista.
El problema de las bolsas zip es que al sacar el contenido es fácil pringarse. Y no es una maniobra visualmente muy agradable para perpetrar en público, mucho menos, en la cocina del trabajo. Si congelamos pensando en llevar la comida a la oficina, evitemos las bolsas zip. En este caso, son mejores los táperes de toda la vida, siempre que cierren bien.
Con el tiempo, las tapas de algunos recipientes se deforman un poco y dejan de ajustar correctamente. No tiene una importancia capital si solo los usas en casa, porque es difícil que se volteen. Pero si piensas llevarte las lentejas u otra comida con algo de caldo o salsa a la oficina, una tapa que no cierre bien y se abra puede causar un desastre con mayúsculas.
¿Se puede calentar un táper de plástico en el microondas?
Depende. No todos los recipientes de plástico de uso alimentario son aptos para usarse en microondas, ya que algunos pueden soltar sustancias potencialmente nocivas si se someten a altas temperaturas. Si una tartera o táper es apto para usar en el microondas el fabricante está obligado a indicarlo con un símbolo que normalmente es el de un microondas o, sencillamente, una sucesión de ondas horizontales.
En cualquier caso, recuerda que para calentar debes poner el microondas a una potencia baja. Por lo general, con el 15% de potencia es suficiente para calentar alimentos o líquidos de tamaño pequeño. Ponerlo a más potencia puede hacer que se resequen los alimentos, o, incluso, que estallen dejando las paredes interiores impregnadas de restos de comida.
Si no solo vas a calentar, sino que previamente necesitas descongelar, tendrás que ponerlo al 25%, incluso al 50% de potencia si lo que quieres descongelar es grande y quieres hacerlo muy rápido. Cuanta más potencia y más irregularidades tenga un alimento, más probabilidad de que se cueza por los extremos y se quede frío en el interior.