Al ver magia, siempre surge una pregunta: ¿cómo se hace? Detrás de la ilusión siempre hay un truco que, en muchas ocasiones, no es original. Se ha tomado "prestado" de otro mago. Entonces, surge otra pregunta: ¿es legal apropiarse del trabajo de otros? Los trucos de magia tienen un problema: no tienen derechos de autor porque no se pueden registrar.
En España podemos registrar un texto, una canción, pero no se puede registrar una idea. Los magos aprenden cosas de otros magos. Lo hacen en conferencias o en tiendas especializadas. Si un mago coge la idea de otro y al día siguiente la vende como suya puede ser éticamente censurable, pero poco más.
Otra cosa es utilizar el mismo material para contar cosas diferentes; es decir, utilizar el mismo truco pero usarlo de forma distinta. Por ejemplo, el truco de los aros enlazados. Es uno de los más clásicos que existen. Se ideó en China y cientos de magos lo han usado, pero cada uno haciendo una versión propia. Ahora varios magos llevan tiempo quejándose de que algunos de sus compañeros copian sus trucos sin ni siquiera pedir permiso.
David Copperfield es uno de los mejores magos de la historia. Él se ha inspirado en otros y, a su vez, otros han incorporado esos trucos a su repertorio. Copperfield suele pagar cuando se apropia de algún número de otros. También pide dinero a cambio de usar sus trucos. Al final, es todo una cuestión de ética profesional.
Eran conocidos como los 'caras rotas'
De héroes a monstruos, la desgracia de los soldados desfigurados en la Gran Guerra: "Las novias rompían el compromiso y los niños salían huyendo"
Los conocidos como 'caras rotas' eran despreciados por la sociedad, como se narra en El reconstructor de caras. Solo algunos, gracias al cirujano Harold Gillies, vivieron una segunda oportunidad.