Al menos 42 veces se intentó acabar con la vida de Hitler. La primera, en 1923, durante su primer intento de golpe de Estado, cuando la policía disparó contra los nazis, dejando una veintena de muertos. El futuro Führer se salvó gracias a Ulrich Graf, que recibió los cinco tiros dirigidos a Hitler.
Graf sobrevivió y recibió la Medalla de la Orden de la Sangre. Un honor que la familia, queriendo desvincularse del nazismo, acabó vendiendo. Por eso, ha sido subasta y adquirida por 40.000 euros. Graf fue uno de los muchos que arriesgaron su propia vida para salvar la de Hitler. Consciente de los muchos enemigos que se había fraguado, el dictador se rodeó de un equipo de catadoras para evitar ser envenenado.
No se podía portar un arma en su presencia y llegó a utilizar dobles. Ferdinand Biesel era su favorito. Consciente de su parecido con el dictador, le solía parodiar en una cervecería de Berlín hasta que fue arrestado. Las SS vieron el potencial de Biesel, y dicidieron utilizar el parecido a su favor.
El Führer cambiaba su agenda constantemente, lo que llegó a salvarle del estallido de una bomba en 1939, cuando acabó su discurso 13 minutos antes. Por si fuera poco, Hitler también tuvo a la suerte de su parte. La 'Operación Valkiria' se concibió como el plan perfecto, hasta que comenzaron a cambiar los planes. Una bomba en un maletín tenía que ser detonada durante una reunión del partido que se iba a celebrar en un búnker.
El plan se trastocó cuando se cambió la ubicación a una sala de madera, donde el poder destructivo del artefacto se veía reducido. En el momento de preparar la bomba, solo se pudo dejar una carga y, finalmente, el maletín acabó siendo trasladado por uno de los participantes de la reunión, quedando lejos del Fuhrer. La bomba estalló, pero solo hirió levemente a Hitler.