España ya tiene otra más. Ya tiene la cuarta. Ya tiene una nueva Eurocopa en sus vitrinas (hecho que se celebrará este lunes en Cibeles). La Selección, en una sufridísima final ante Inglaterra en Berlín, se impuso al cuadro de Gareth Southgate por 2-1 en un encuentro que se decidió en el minuto 86.
Que estuvo, hasta el final, en un suspiro. Que en cualquier momento podía pasar cualquier cosa, al menos tras esa sosísima primera parte en la que prácticamente nada sucedió. Pero en cuanto se reanudó el envite, en cuanto los protagonistas volvieron de vestuarios, empezó el festival.
Empezó a ser España. Empezó a jugar. A gustarse. A hacer lo que en el primer acto no se pudo ante el orden inglés. Ante el muro inglés. Pero se quebró. Y se quebró por uno de los de siempre. Por los de siempre. Conexión Lamine - Nico Williams y el del Athletic enchufó la bola con un derechazo preciso a la red.
Aparecieron Oyarzabal... y Dani Olmo
Ya estaba gran parte del trabajo hecho. La muralla británica, bajo tierra. Morata aprovechaba los espacios, al igual que Lamine. Los dos rozaron el 2-0. Pero no. No llegaba. No llegaba mientras que Inglaterra parecía darse cuenta de que había que hacer algo más.
Lo hizo. Sacaron a Kane. A Mainoo. Al verde, Watkins y Palmer. El del Chelsea, en el 73, silenció a la afición española presente en Berlín con un zurdazo en la única que tuvieron en todo el partido hasta ese momento.
Cucurrela saltó demasiado arriba a la presión. Pero luego se rehizo. Porque el lateral le puso la bola perfecta en el 86 a un Oyarzabal que, rozando el fuera de juego, anotó el tanto que llevó el éxtasis a la Selección.
Quedaba eso sí sufrir un poco más, con un Dani Olmo que sacó en la misma línea un cabezazo a la salida de una jugada a balón parado. Era la última. Fue la última. Fue el final.
Tetracampeones de Europa
Fue el comienzo de la celebración de un combinado español que se hizo con la Eurocopa. A base de fútbol. De fe. A base de ser una familia. España, tetracampeona de Europa.