Lionel Messi habría preferido sin duda alguna guardarse uno de los cuatro goles que marcó al Eibar para el Real Madrid. Los blancos ganaron por 2-0 al Barça en el trascendental Clásico del Santiago Bernabéu, y lo cierto es que el argentino no tuvo ni mucho menos su mejor partido.
Porque cuando más se le esperaba, desapareció. Desapareció con y sin balón. En la segunda parte, cuando los culés estaban contra las cuerdas ante un Real Madrid que parecía un tornado, el 10 no se echó al equipo a la espalda. no fue el líder que, por calidad y jerarquía, debía ser.
Su segundo acto se resume en una jugada. Una en la que, con prácticamente todo a favor, perdió ante Marcelo una carrera en la que ya enfilaba a Thibaut Courtois. El brasileño celebró su acción como si de un gol se tratase y no es para menos. Porque se reinvidica como el lateral que es, porque evitó una clara ocasión de gol y porque lo que hizo se lo hizo a Messi y ante el Barça.
No hizo prácticamente nada más en la segunda parte. Completamente devorado por el entramado táctico montado por Zidane, tan solo se liberó, y tampoco mucho, en la primera parte. Tuvo una ocasión relativamente clara ante Courtois, pero eligió mal y su trallazo fue al muñeco. El otro detalle, un caño ante Sergio Ramos.
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Poco bagaje el de Messi en el Santiago Bernabéu para sumar, con este, su quinto Clásico sin ver portería. Le echó de menos el Barça, al igual que a otros que en la segunda parte desaparecieron por completo.