El portero belga del Real Madrid Thibaut Courtois venció en el infierno que le preparó la afición rojiblanca en el Wanda Metropolitano, donde el club blanco ganó por 1-3, mientras que el delantero rojiblanco Álvaro Morata casi tocó el cielo con el gol que habría sido el 2-2, anulado por fuera de juego.
La afición del Atlético le tenía preparado un auténtico purgatorio de silbidos al portero belga, otrora ídolo rojiblanco durante tres temporadas en las que estuvo cedido por el Chelsea inglés, en las que ganó una Copa del Rey y una Liga. Su placa en el 'Paseo de Leyendas' apareció ensuciada y con ratas de peluche.
Una vez dentro del Metropolitano, Courtois soportó la pitada de rigor sobre todos los futbolistas blancos cuando saltó al calentamiento, pero tuvo una exclusiva para él para marcharse, prólogo de lo que le esperaba. Ya que una vez realizado el sorteo inicial, su capitán Sergio Ramos eligió que comenzara el encuentro defendiendo la portería del fondo sur, donde se ubican los seguidores radicales del conjunto rojiblanco.
Nada más llegar al arco, una lluvia de ratas de peluche se abalanzó sobre al guardameta belga, arrojadas por seguidores rojiblancos que comenzaron a cantar 'Salta, pequeño canguro', un cántico que incluye un insulto para los aficionados madridistas, y que el propio Courtois empleó cuando jugaba en el Atlético al celebrar un título. A partir de ahí, cada balón que llegó al meta de Bree (Bélgica) estuvo acompañado por música de viento, ante la cual el portero del Real Madrid siguió jugando impertérrito.
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Paralelamente, y muy cerca de él, Álvaro Morata se examinaba por primera vez ante su nueva afición, la del Wanda Metropolitano, que no le pidió cuentas por su pasado madridista -también tiene pasado atlético, por cuya cantera pasó de alevines a cadetes- en el derbi rojiblanco.
El '22' rojiblanco fue coreado como todos los demás al anunciarse las alineaciones y se ubicó por delante del francés Antoine Griezmann en busca de ocasiones durante la primera mitad, en la que pasó prácticamente inadvertido. No así Courtois, que además de las constantes pitadas fue batido por el francés Antoine Griezmann en la primera parte, en un mano a mano tras un pase al hueco del argentino Ángel Correa que el punta galo solucionó haciendo pasar el balón por debajo de las piernas del meta blanco.
Tras el intermedio, se reactivó Morata. Después de una primera parte inadvertido, tuvo su primera ocasión al comenzar la segunda mitad, un pase de Griezmann que controló dentro del área y chutó muy desviado con la pierna izquierda. Era solo el prólogo de su mejor acción del encuentro, un desmarque al espacio bien visto por el uruguayo José María Giménez, que Morata controló y elevó sobre la salida de Courtois en un plástico movimiento.
El balón, con una altísima parábola, acabó alojándose en la portería que defendía el portero belga. Morata creyó tocar el cielo y se marchó hacia la esquina a celebrar el primer tanto con su afición. Llegó incluso a abrir los brazos. Pero se topó con el banderín del juez de línea que señaló la posición incorrecta.
El videoarbitraje, protagonista en la tarde del Metropolitano, ratificó la decisión y dejó en la nada la buena acción de Morata, que tuvo unos minutos más sobre el campo en los que pidió penalti en un contacto dentro del área mientras pugnaba por el balón. El árbitro no lo vio así y amonestó al delantero con tarjeta amarilla por mano.
Tres minutos después, el delantero madrileño fue sustituido por el croata Nikola Kalinic, un cierre anticipado para su primer derbi de rojiblanco, en el que rozó el cielo, invalidado por una posición antirreglamentaria.
Todo lo contrario que Courtois, que resistió el infierno preparado por los que hace años fueran sus fieles seguidores y se llevó una victoria que engancha a su equipo a LaLiga, ya segundo de la tabla por delante del rival rojiblanco y a cinco unidades del Barcelona, que jugará mañana en San Mamés contra el Athletic.