No fueron mejores, pero ganaron. No fueron los que más llegaron al área rival, pero ganaron. Y tampoco fueron los que más pases dieron, pero ganaron. Así es este Real Madrid. Así es el campeón de Europa. Así es un equipo que vence cuango juega bien y que también lo hace cuando juega mal. Sufrieron, mucho. Supieron sufrir, mucho más. Y supieron aprovechar sus ocasiones para sacar un resultado más que positivo ante el Bayern de Múnich. Uno a dos, y Kiev más cerca.
Había ganas en el Allianz. Muchas, sin duda, más aún tras lo sucedido el pasado año con la eliminación ante el Real Madrid en cuartos de final. Múnich recibió a ambos equipos con ruido, con aroma de final y con la clara intención de ser el jugador número 12 que tanto piden y tanto quieren todos los equipos locales.
Les vino de lujo, viendo además que ni Robben ni Boateng pudieron terminar una intensa primera parte. Ambos se fueron a vestuarios por lesión, y ambos vieron cómo los suyos eran superiores al Real Madrid. Los blancos, espesos con la pelota, tenían buena presencia en el campo y buena presión que por muchos minutos mantuvo a los de Heynckes atados.
Pero Kimmich se soltó de sus ataduras. Como un gamo subió por derecha, miró al área para centrar y para engañar así a un Keylor Navas que se venció hacia donde no era. Por su palo entró el cuero, y el 1-0 subió a un marcador que el Bayern quería ampliar.
El Real Madrid estaba impreciso, quizá superado por un ambiente y por un ruido ensordecedor en el mítico campo muniqués. Pero, cuando peor estaba, cuando más síntomas de problemas tenía, apareció ese ADN de campeón. Ese que hace que no te puedas fiar de un rival arrodillado, porque aún puede levantarse. Marcelo, con una gran volea desde la frotal, batió a Ulreich a escasos minutos del término del primer acto.
Aún quedaba tiempo para que Lewandowski tuviera la suya, con un remate con la testa directo a las manos de Keylor Navas. Y a la vuelta, llegó el gran error. Tras salvar Varane un gol cantado de Muller, Rafinha le dio un balón a Asensio sin siquiera estar presionado. Este se la mandó a Lucas, que se la devolvió al balear para el 1-2 en la remontada blanca.
Sufrían, y mucho, pero así es el Real Madrid. Así son los equipos campeones. Necesitas mucho ante ellos y ellos muy poco para batirte. Mientras, Ribery se divertía en la izquierda, con un Carvajal cambiado por una, otra más en el duelo, lesión. Lo que no cambiaban eran los fallos del Bayern en el área de Keylor, con un garrafal fallo de Muller a dos metros de la línea de gol.
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Ahí estuvo la diferencia entre un equipo y otro en la noche de Múnich. Uno, el Bayern, falló justo donde no se debe fallar. El otro, el Real Madrid, sí que acertó en ambas áreas. Ni tan siquiera hizo falta el ya típico gol de Cristiano en Champions para que Kiev esté un paso más cerca para los de Zidane. Para que el Real Madrid esté en su tercera final consecutiva de la más alta competición europea a nivel de clubes.