Dos caras Vinicius en El Sadar. La primera, la que el Real Madrid no necesita. La que quieren los rivales. La que se deja llevar por los nervios y por unos rivales que saben cómo buscarle las cosquillas. La que, en la primera parte, terminó amonestado. La segunda, la de después de vestuarios. La que encara. La que sabe que lo que toca es el balon. La que se dedica a jugar. Esa es la que quieren los blancos. Esa es la que les llevó a la victoria ante Osasuna.
Porque, quizá tras charlar con un Ancelotti que habló con el colegiado una vez terminado el primer acto, Vinicius fue otro. Vinicius fue el quebradero de cabeza para la defensa, y no fue la defensa el quebradero de cabeza para Vinicius. En un Real Madrid atascado fue él quien aportó claridad.
Quien aportó peligro. Quien puso la magia. Que se lo digan a Moncayola, que aún está buscando su cadera después de la rotura de Vini. Se encontró con Sergio Herrera, que fue un auténtico muro para él. Porque le sacó otra. Una que fue más que clara después de plantarse solo ante él tras un gravísimo error del rival.
Pero se veía venir que algo podía pasar cuando él tocaba el cuero. Y sí, algo pasó. En una jugada en la que tuvo tiempo para pensar, Vinicius cedió la bola para Valverde y este puso el 0-1.
Hizo el segundo, con un tanto anulado por fuera de juego de Álvaro, canterano, al tocar Valverde el balón que le envió Modric. Era el segundo que le invalidaban, porque ya había hecho otro que tampoco sirvió por estar él adelantado.
Pero sí, se rehizo Vinicius. Y se rehizo el Real Madrid. Asensio, a pase del chaval, hizo el 0-2 en el descuento y puso calma en el equipo de Carlo Ancelotti.
A falta de lo que pase con el Barça ante el Cádiz, los madridistas duermen a 5 puntos de los de Xavi.