Red Bull ha vivido la cara y la cruz de la moneda en el Gran Premio de Emilia Romagna. La cara ha sido para Max Verstappen, que se ha llevado la victoria a pesar de sufrir como pocas veces lo había hecho en los últimos años por la presión de Lando Norris.
La cruz ha sido, como empieza a ser habitual, para un Checo Pérez que ha deambulado durante toda la carrera por la zona media de la tabla. De hecho, el mexicano fue adelantado por los McLaren, los Ferrari y los Mercedes en la primera parte de la prueba, ya que alargó su primera parada esperando la aparición del coche de seguridad.
Sin embargo, el safety car no salió y el de Jalisco acabó cayendo fuera de la zona de puntos. Aunque superó a Ricciardo, Hulkenberg y Tsunoda para llegar al octavo puesto, el tiempo que perdió remontando le impidió pelear con los Mercedes, que acabaron justo por delante de él.
Por ello, tras la carrera, criticó duramente al circuito de Imola por lo difícil que le resultó adelantar. "Este circuito no está hecho para la Fórmula 1 con estos coches y la zona de DRS tan corta. Cuando clasificamos undécimos estaba ya perdido el fin de semana. Pudimos regresar a la pelea al final, pero perdí demasiado con los coches de delante", ha dicho Pérez en declaraciones a 'DAZN'.
No obstante, el mexicano también ha hecho autocrítica, ya que buena parte de su mal resultado se debe a un grave error de conducción que le mandó a la grava. "Hubiéramos podido mejorar el resultado y llegar cerca de los Mercedes sin la salida de pista", añadió el piloto de Red Bull.