Ni Will Smith quiso perderse el pentacampeonato de Lewis Hamilton. Y es que pocas veces se logra ser campeón del mundo de Fórmula 1 por quinta vez. Solo tres han logrado al menos cinco en la historia, y el británico ya es uno de ellos. Quizá no tuvo su carrera soñada en México, pero su cuarto puesto fue más que suficiente para poner el broche de oro a una temporada que de nuevo le ha coronado como el mejor piloto de la parrilla.
Como uno que sabe disfrutar y también que sabe sufrir. Uno que, en Mercedes, ha alcanzado la completa madurez para ser el gran piloto que muchos ya vieron en 2007 cuando debutó. En el Autódromo de los Hermanos Rodríguez tuvo que sudar, y a buen seguro por su cabeza se le pasaría alguna remota posibilidad que le hiciera tener que esperar a Brasil para coronarse. Pero no, no hizo falta. Y en su segundo 'match ball' logró lo que tenía que lograr para igualar a Fangio.
Sus neumáticos no se lo pusieron nada fácil, pues el Mercedes comía y comía gomas con cada vuelta que pasaba. Daba igual su dureza. Y también importaba poco si eran nuevas o usadas. El combate de Hamilton fue contra sus ruedas, pues poco ritmo exhibió y poco dejó más allá de una gran salida en la que se ventiló a un Ricciardo y un duelo con Raikkonen en el que el finlandés pilotaba sobre hielo por sus Pirelli. Su excursión por el césped a buen seguro levantó el pánico en el box de la estrella.
Pero él parecía tan tranquilo. Quejándose eso sí en todo momento del estado de sus neumáticos, y sin querer entrar en conflicos absurdos que le hicieran perder lo que tenía en su mano. Las vueltas pasaban y pasaban, y por fin entró en la línea de meta en cuarta plaza para confirmar su quinto Mundial. Por la radio esperaba alguien con quien pocos contaban. "¡Así se hace, tío!", dijo Will Smith.
No tuvo podio. No era este un buen día para subirse a él pues el GP de México 2018 se recordará más por el pentacampeonato de Hamilton que por la victoria de Max Verstappen. El holandés puso todo de su parte para ser protagonista, pues su carrera fue bestial desde el comienzo hasta el final. Adelantó a Ricciardo en la salida, supo gestionar gomas y también manejó el nerviosismo de saber que su compañero rompió motor a nueve vueltas del final. Vettel, expectante, aguardaba con el cuchillo entre los dientes. Fue segundo, por delante de Kimi Raikkonen que se está despidiendo bien de Ferrari.
Ojalá pudiera también decir eso Fernando Alonso. Ojalá pueda decir que las que serán sus dos últimas pruebas en la F1 son más felices y alegres, y que al menos ha podido llevar el McLaren hasta la bandera a cuadros. En Austin fue un toque de Ocon, y en México ha sido un incidente de Ocon en el que él no estuvo, pero que terminó con varias piezas del Force India incrustadas en su monoplaza. Desde el box le dijeron lo que nadie quiere escuchar en una carrera: que parase el coche y que se bajase de él.
Fue en la vuelta 5. En la 31 le tocó el turno a Carlos Sainz para completar una jornada aciaga para los españoles. El de Renault tenía ritmo, y estaba bien posicionado en una carrera que con el abandono de Ricciardo le habría podido dejar sexto. Pero no era este el día. Problemas de baterías y adiós a México.
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Ahora toca ya Brasil, una carrera en la que quizá Lewis Hamilton tan solo se juegue seguir aumentando sus registros pero en la que otros tienen mucho aún que decir. Renault, a atar el cuarto puesto de constructores. Carlos Sainz, a cerrar su etapa de amarillo con una sonrisa para vestir el naranja. Y Fernando Alonso, a disfrutar de una carrera que en su día le coronó como campeón del mundo.