Lewis Hamilton ha sufrido algo más que una derrota en la pista del GP de México. En el Hermanos Rodríguez, tras lo sucedido en Austin, el heptacampeón sufrió una derrota moral. Una de las que más duelen. De las que a uno le afectan, y muy seriamente, al ánimo. De esas que te hacen pensar y que hacen pensar al resto que te has rendido. Eso fue lo que se intuyó de su mensaje por radio a Mercedes después de ver a Verstappen a más de 15 segundos.
Porque, después de una carrera sufridísima, el tono derrotista se vio en Hamilton por primera vez en años. Prácticamente, por primera vez en toda su carrera.
"Lo he dado todo, simplemente no teníamos ritmo...", dijo por radio al equipo Mercedes.
Quedan cuatro carreras, pero...
Su tono, de capitulación. De un piloto que sabe que, salvo milagro alemán o hecatombe de las bebidas energéticas, no va a ganar el Mundial esta temporada. Desde que está en Mercedes jamás había sentido tal superioridad de un equipo rival. Ni de ningún piloto de la parrilla.
En México no fue rival no solo para Max Verstappen sino tampoco para Sergio Pérez. Al neerlandés tan solo le vio en la salida, en la que por otra partele adelantó de forma maestra.Al mexicano le contuvo detrás... y bastante hizo.
Bastante porque era, ojo, unas siete décimas más rápido que él mientras en Mercedes le decían, y le mentían, con la frase de que Checo llegaría en la vuelta 70. Llegó en la 61. Y fueron diez los giros en los que le tuvo detrás con unas ruedas más desgastadas.
Ya no tiene red alguna
Lo hizo, y sale de México con 18 puntos y con una desventaja de 19 con respecto a Verstappen con cuatro carreras para terminar el Mundial. Lo malo no es la derrota, sino el tremendo palo anímico que se ha llevado.
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