Mal día en la oficina para Fernando Alonso. El asturiano, bicampeón del mundo con Renault, se quedó fuera de la Q3 en el GP de Emilia-Romaña disputado en la pista de Imola y deja a las claras que el Alpine no está, salvo milagro, magia o acto divino, para estar entre los diez más rápidos en los sábados.
Y es que el monoplaza da para lo que da. Y no es que dé menos de lo que daba el pasado año, es que en esta ocasión hay otros cuatro actores que se han sumado a la fiesta que son Leclerc y Sainz, con el Ferrari, y Gasly y Tsunoda, con un AlphaTauri que tiene en Honda a su gran baza. Y en ser un 'mini' Red Bull, el mejor coche, de momento, de esta parrilla junto a Mercedes.
Ya en la Q1 quedó claro que Alonso necesita tiempo para sentir suyo el Alpine tras dos temporadas alejado de la F1 y estrenando coche después de tener en sus manos el McLaren de 2018 como última experiencia en el Gran Circo. Porque Fernando pasó, pero pasó por los pelos.
No se le notó nunca en posición para estar tranquilo en ningún momento. Desde el comienzo de la sesión clasificatoria estaba claro que tocaba sufrir y pelear, y esperar a ver qué podía pasar con los coches a priori mejores que el suyo.
De no ser por Tsunoda...
Por suerte para Alonso, Yuki Tsunoda estampó su coche contra las protecciones de Imola. De no haber sido así, el asturiano posiblemente ni tan siquiera podría haber pasado a la Q2.
En esta ronda, las carencias del Alpine quedaron claras a pesar de que Esteban Ocon sí pudo meter el monoplaza entre las diez mejores plazas de la clasificación.
Mucho que mejorar, más viendo que los dos Williams, los de Russell y Latifi, están por delante de Fernando Alonso. Cuando vea apagarse el semáforo, ellos serán, junto a Vettel, lo primero que vea el asturiano frente a él.
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