Cómo ha cambiado todo. Cómo ha caído en picado el furor por la 33. El furor por una nueva victoria de Fernando Alonso. Ese sueño, un sueño que ya hay que estar profundamente dormido para tener, de ver al bicampeón en este 2023 en lo más alto del podio. Qué cerca estuvo en Mónaco. En Canadá. En Países Bajos. Y qué lejos está ahora. Qué lejos estuvo en Singapur. Y qué lejos sigue estando en Japón.
Sí, porque aunque los imposibles no existen esto bien parece serlo. Bien parece ser ya una completa quimera, en un Aston Martin en caída libre, ver a Alonsoganar o incluso en el podio. Ni de lejos la temporada es regular, o mala, viendo de dónde se viene, pero como se suele decir no hay verdadera desesperación sin esperanza... y por muchos momentos hubo más que 'esperanza' en los de Silverstone y en Fernando.
No es para menos. Eran el segundo equipo de la parrilla cuando comenzó el curso. Y los milagros dejaron de ser 'milagros'. Simplemente era poner el coche donde estaba. Donde le correspondía por aerodinámica y por motor. Donde todos los demás veían que debía estar. Su ritmo era brutal, y el monoplaza verde era el más temido tras el Red Bull cuando le veías acercarse por el retrovisor.
Desde Canadá...
Pero algo debió pasar en Canadá. Cuando más cerca pareció estar del triunfo, en condiciones normales de carrera, algo pasó. Esas mejoras no sirvieron de nada. Es más, desde ahí y salvo en Países Bajos todo ha ido hacia abajo. El coche ha dejado de ser un paraíso en la tierra, o en el asfalto, y las radios de Alonso han cambiado sobremanera con respecto a las de marzo y abril.
También sus mensajes. También sus palabras sobre dónde pueden estar. Sobre lo que puede pasar en clasificación o en carrera. De ese optimismo, de ese, por llamarlo de alguna manera, 'sí se puede', se ha pasado a algo que ya hemos vivido. Se ha pasado a unas frases que nos suenan de mucho.
Y hay que poner todo en su lugar. Hay que ver lo que está pasando para saber cuánto de valor tiene lo que Fernando Alonso ha hecho en Japón. Sí, ha sido décimo en la 'qualy'. Décimo, lejos de lo resultados que hicieron soñar de nuevo a todo un país. Pero, como se dijo al comenzar el primer párrafo, cómo ha cambiado todo.
Porque este Aston Martin está lejos de ser el segundo mejor coche de la parrilla. Porque este Aston Martin ya no es el máximo peligro para Red Bull. Porque este Aston Martin ya no es de los monoplazas más temidos al mirar por el retrovisor. Es un coche 'normalito', de mitad de tabla y a saber si de mitad de tabla hacia abajo. No hay más que mirar a Lance Stroll.
Lance, dos carreras seguidas comenzando abajo
Para poner en valor eso que Alonso sabe que no se va a medir como debe medirse, hay que mirar qué ha hecho el compañero de Alonso en Suzuka. Ha caído en Q1. Sí, ha caído con los dos Alfa Romeo y con un Haas. Y con un Williams, el de Sargeant, que ni entraba en el juego tras un inquietante a la par que absurdo accidente al comienzo de la clasificación. Y en Singapur, aunque no hubiera tenido el choque contra el muro, también se habría quedado fuera.
Y ahí ha puesto el foco Alonso, con un mensaje tremendamente crudo que a buen seguro será complicado de digerir para un equipo en el que todo eran risas y optimismo hasta que llegó el momento de evolucionar el coche. Porque ahí, en la pelea por las mejoras, han perdido.
Han perdido tanto que Fernando no ha tenido más remedio que reconocer algo que puede sucederle a él más pronto que tarde: "Somos carne de Q2... o de Q1".
De pelear con Red Bull... a pelear con AlphaTauri
Porque AlphaTauri también ha mejorado. Porque Alonso se quedó a, ojo, 43 milésimas de no estar entre los diez mejores del sábado. Sí, esa es la nueva realidad de Aston Martin. Y sí, ahora sí se van a necesitar milagros para ver a Fernando pelear, con lo que tiene, con los mejores.
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